CORRALILLO, Cuba, marzo, 173.203.82.38 -Las quemas furtivas de cañaverales es algo que preocupa –pero, al parecer, no tanto-, a las fuerzas políticas de la provincia de Villa Clara. Se han hecho ya frecuentes las quemazones en varios sitios rurales de la provincia. Y aunque no se ha podido comprobar que sean provocadas con la intención de dañar al régimen, tampoco hay que dudarlo, dada la necesidad que tiene el cubano de a pie de buscar la forma de revelarse contra los muchos abusos a los que se ven expuestos diariamente.
El hecho es que, como no encuentran a los responsables de tanta caña quemada, las Brigadas de Respuestas Rápidas ya se han puesto en acción, acosando a personas que han sido sancionadas y juzgadas con arreglo a las leyes del régimen.
“La justicia es igual para todos”, es la señal que ahora se cotillea dentro de los pobladores, y que da estímulo y prestigio a estos nuevos Guillermo Tell para que lancen sus flechas encendidas, en busca de que la tiranía se sienta afectada en un punto tan crítico e importante como la arruinada industria azucarera, que ahora, después de haberla destruido, intenta recuperar atrayendo inversionistas extranjeros.
Los mandamases de la región tratan de destacar su eficacia represora y su unidad y firmeza frente a estos nuevos incendiarios. Pero lo que está sucediendo en torno a la caña de azúcar de la provincia es preocupante, y está generando tanta bulla que los dirigentes no han podido despachar el caso como en otras ocasiones anteriores, con cuatro o cinco eufemismos baratos y con el alarde de los cuerpos represivos.
En realidad, tal vez han concluido que no les conviene descubrir a los causantes de estos incendios, para no verse en la obligación de escarbar en las causas que los provocan, que son sus propias responsabilidades y sus abusos. De ahí también que sean unos cuantos pelagatos, los integrantes de las Brigadas de Respuestas Rápidas, los que por lo general acuden al lugar de los hechos.
Mientras, la desconfianza está extendiéndose hacia algunos sectores y funcionarios de la industria azucarera, entre los que resulta obvio que no existe el suficiente apoyo como para hacer público el problema. De modo que a tales funcionarios no les ha quedado sino seguir soportando el calor del fuego en sus propios cañaverales, sin crear medidas realmente efectivas para atrapar a los nuevos incendiarios villaclareños.
Los índices, tanto de intencionalidad como de fuego, no parecen cesar. Junto con el aumento de las dudas y opiniones de los pobladores, también están los hechos que van en crecimiento estable. Algunos aseguran que la morosidad con que actúan las autoridades al respecto es lo que provoca que los fuegos sigan incrementándose. Y así se ha creado un círculo vicioso, a mayor negligencia para enfrentar sus causas, mayor cantidad de caña quemada. Hasta que la crisis termine estallando como un polvorín.