LA HABANA, Cuba, noviembre (173.203.82.38) – Los pintoresquismos noticiosos en torno a Cuba son como las ondulaciones del humo: no reportan utilidad, pero entretiene observar su curso. Sólo es menester apurarse para observarlos, pues se disuelven más rápidamente que el humo.
Debe ser porque las autoridades del régimen saben que por muy frívolo que sea, cualquier brete noticioso puede dar lugar a comprometedores exámenes de fondo.
El último, o uno de los últimos, es el ataquito de pundonor que hicieron público ciertos dirigentes del Ministerio de Cultura, debido a la divulgación, mediante la televisión nacional, de un video basado en “El Chupi-Chupi”, pieza de reguetón mediocre y chapucera, aunque no menos que muchas otras que se divulgan con el visto bueno de tales dirigentes, o gracias a su desidia, que al final es lo mismo.
No es que sea reprobable que se dispongan cotos para la divulgación masiva de productos con tan mala traza, aunque sin prohibirlos, sino ubicándolos en su justo medio. Lo reprobable, por ser igual de chapucero y mediocre que la canción de marras, es que la alta jerarquía cultural de un país con tantos y tan graves problemas de fondo, utilicen las cámaras de televisión para ventilar el show de su mojigatería por algo tan insignificante que, para colmo, es reflejo de una realidad condicionada precisamente por el poder político que ellos representan.
Uno no sabe si bostezar o hacer arcadas al verlos otra vez abusando demagógicamente de las citas de Fernando Ortiz. O si desmollejarnos de la risa al oírles decir que el video de El Chupi-Chupi “se coló por una fisura” de sus melindrosos filtros para la divulgación. Uno no sabe si sentir lástima o vergüenza ajena ante el alegato de defensa de una de sus voceras de la prensa, a quien le preocupa que el tal video sea televisado en horarios en que los niños están frente a la pantalla, y a la cual, de paso, la ocasión parece haberle caído pintada para emprenderla contra los cuentapropistas que venden discos.
En cambio, esa puntillosa defensora de la salud mental y la pureza moral de los niños, no ha exteriorizado jamás la menor preocupación porque los cubanos, cada mañana de su vida, desde la más temprana edad escolar, resultan violentados en el fuero íntimo mediante la consigna de “socialismo o muerte”, sabiendo, como se sabe, que existen otras opciones más saludables y menos traumáticas.
Por cierto, hay otra pieza de reguetón que los pundonorosos del Ministerio de Cultura tendrían que agregar a su lista de prohibiciones, porque además de ser tan chabacana como “El Chupi-Chupi”, es frescamente incitadora a la violencia. No estoy seguro, pero tal vez se titula “Puáfata”, término onomatopéyico que imita el estallido de una bofetada, más comúnmente conocida aquí como galleta.
“Una galleta en la cara” repite en plan de amenaza el estribillo regatonero. Y no sé por qué, pero cada vez que la escucho lo primero que me viene a la mente son los vergonzosos mítines de repudio que organiza el régimen contra mujeres pacíficas e indefensas, víctimas de las galletas, puñetazos, arañazos contaminadores y palabrotas obscenas, mientras los niños miran cómo sus mayores imparten o reciben odio, en plena vía pública y en horarios aptos para todas las edades.
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