LA HABANA, Cuba, octubre, 173.203.82.38 -A la mayoría de los cubanos de mi generación, a los de la ¨generación Y¨, como la ha nombrado mi gran amiga Yoani Sánchez, las prohibiciones, sean políticas o de otra índole, nos producen urticaria.
Muy a pesar nuestro, existe en Cuba un gobierno que se exhibe a través de las más inverosímiles prohibiciones. La generación de los que nacimos entre los años 70 y 80 ha padecido la censura a través de las prohibiciones de un poder totalitario y arbitrario. Nos prohibieron -y aún lo siguen haciendo- viajar de un país a otro y, hasta dentro de nuestra propia isla, que es de todos los cubanos, aunque algunos pocos se hayan erigido sus dueños absolutos. Nos prohibieron infinidad de lecturas; unas veces porque el régimen prohibió su publicación y otras, porque eran libros ¨subversivos y contra la revolución¨. ¡Increíble!, nos han prohibido hasta leer.
En pleno siglo XXI todavía hay lugares del planeta donde existen prohibiciones tan inauditas como las de reunirse más de tres personas o tener una orientación política diferente a la del régimen imperante, y nuestro país es uno de ellos. Sólo que en Cuba las verdaderas y más dañinas prohibiciones son las que no están escritas, las que forman parte del sistema político que sufrimos y que muy pocas personas se atreven a transgredir. El gobierno cubano se ha encargado de convertir ,en la mente de los ciudadanos, la disidencia en delincuencia.
En nuestra patria nos está prohibido decir lo que pensamos, escribir lo que nuestra musa y nuestra conciencia nos dicten, caminar por la calle o ciudad que escojamos, componer o escuchar la música que nos guste, visitar a los amigos que queremos, escoger la postura política que consideremos más justa, ilusionarnos con un viaje, progresar económicamente, vestirnos y maquillarnos como gustemos, tener familias con dos mamás o dos papás. En fin, no sólo nos han prohibido hacer, sino también sentir y ser nosotros mismos.
Por suerte, cada día somos más a los que tantas prohibiciones nos causan alergia y rabia. Muchísimos somos ya los que -como el poeta Eliseo Alberto- estamos cansados de las manipulaciones burdas, del maltrato diario, de la arbitrariedad y la vulgaridad oficial, de que nos digan quiénes son los buenos y quiénes son los malos, de no poder decir lo que sentimos o lo que pensamos, de no poder decidir lo que leemos o vemos. Muchos cubanos, y ojalá cada día se nos sumen más, hemos comenzado por prohibirles a unos pocos que sigan ejerciendo sobre nosotros su poder sin medida.