LA HABANA, Cuba, mayo, 173.203.82.38 -Se ha celebrado un nuevo Primero de Mayo. Apagado el eco de los comentarios con ribetes de arengas que hicieron los locutores oficialistas, puede hacerse un balance de ese día. Por la televisión han hablado de “más de dos mil invitados extranjeros”. Se trata de otros tantos especímenes de aquello que, en los años sesenta del pasado siglo, la propaganda maoísta —por lo demás tan sectaria y repulsiva— calificó con acierto como “burocracia viajera”.
Esta capa del rojerío internacional, otrora tan nutrida, ha sufrido un gran desmedro tras el “desmerengamiento” del campo socialista. Ahora acuden a Cuba como a un reservorio en el que se siguen proclamando —aunque ya no se apliquen tanto— las fórmulas desfasadas del marxismo-leninismo.
A esos señores, la súbita reducción de sus perspectivas turísticas les sirve de acicate adicional para entonar loas al país que financia su periplo, en la esperanza de que haya nuevas invitaciones en años subsiguientes. En 2012, un cálculo muy conservador permite afirmar que el financiamiento de los viajes de esa cuadrilla de chupópteros le cuesta al hambreado pueblo cubano la friolera de dos o tres milloncejos de dólares.
Del desfile en sí no hay mucho que decir: es algo que nos sabemos de memoria los que hemos sufrido decenios de “socialismo real”. Si acaso habría que aludir a las congas que en una animada crónica describió el colega Aleaga Pesant. ¿Quién iba a decirles a los “fundadores de un mundo mejor” que terminarían haciendo lo mismo que los politiqueros de la era pre-revolucionaria!
Algo novedoso en el desfile fue la presencia de quienes laboran por cuenta propia incorporados a la Central de Trabajadores de Cuba (CTC). Un verdadero contrasentido, si se tiene en cuenta que esos centenares de miles de hombres y mujeres son microempresarios, algunos de los cuales contratan a otros empleados.
No obstante, esa decisión inesperada resulta coherente, porque un aspecto esencial del régimen totalitario es incorporar a todos sus súbditos a “organizaciones de masas” en las que estén regimentados y controlados. ¿Iban a crear una asociación de cuentapropistas que tal vez pretendería defender los intereses específicos de éstos? ¡Mejor confiar en la siempre dócil CTC!
La propaganda castrista se ufana de lo que un gran titular del diario Granma denomina “el desfile más organizado y más rápido de los realizados en la Plaza de la Revolución”. Ambos adjetivos son acertados, pero en cuanto al segundo no hay que asombrarse de que se ajuste a la verdad, si tenemos en cuenta que fue también —cosa que calla el órgano comunista— el menos concurrido.
Poco más de una hora demoraron los caminantes en pasar frente a la tribuna, pero pudieran haberlo hecho en muchísimo menos, si no hubieran tenido que marchar a paso de quelonio, seguramente por la presencia de algunas talanqueras ubicadas de manera discreta fuera de la vista de las cámaras.
Algunas de las informaciones provenientes del interior del país dan muestras de moderación: Las notas de prensa del periódico oficial sobre Pinar del Río y Granma no ofrecen números; en Sancti Spíritus, Camagüey, Las Tunas y la isla menor se habla de “miles”; en Artemisa se da la cifra de “unos 3 mil jóvenes”; y en Ciego de Ávila, la de “30 mil” trabajadores.
Pero en otros territorios la imaginación se desbordó, y los reporteros orquestaron subastas para ver quién daba más: Guantánamo, “más de 110 mil”; Mayabeque, “alrededor de 138 mil”; Holguín, “más de 200 mil”; Santa Clara, “400 mil” (aunque se aclara que la cifra se refiere a las “diferentes plazas del territorio”).
En La Habana se habló de inicio de “cientos de miles de trabajadores”, lo cual no es falso, aunque hubiera podido precisarse que el número de centenares no pasaba de dos; pero después los gacetilleros se enardecen, y suben a “más de medio millón”. Por último, Santiago de Cuba, con “430 mil trabajadores”… ¡pero, además, “con sus familiares”! … A esta puja del descoco se sumaron también los corresponsales de televisión de Artemisa (“340 mil”) y Las Tunas (que fue más modesto, con “más de 100 mil”).
Creo que la nota más colorida, en la cobertura del evento, la dio Yoani Sánchez. En Generación Y, la joven bloguera, con la agudeza que la caracteriza, recuerda que, durante la visita a Cuba de Benedicto XVI, los locutores oficialistas insistían de manera machacona en que, en las misas papales, había “creyentes y no creyentes”.
La autora especula que, de manera similar, sobre los desfilantes del Primero de Mayo también pudieron haber afirmado que había “revolucionarios y no revolucionarios”, empleados y desempleados, o “simpatizantes y no simpatizantes” del gobierno raulista.
Pero no. Los escribidores del castrismo cuentan cada cabecita como un aplauso.