LA HABANA, Cuba, junio (173.203.82.38) – El nombramiento de un obispo es un suceso habitual, por lo que usualmente sólo trasciende en un marco próximo al acontecimiento. Pero cuando escuchamos que Monseñor Felipe J. Estévez fue nombrado obispo de la Diócesis de San Agustín, en Florida, por el Papa Benedicto XVI, sobrecoge un orgullo que remonta las fronteras, porque brota la definición: “Es cubano”. Inmediatamente el Padre Félix Varela aparece en la memoria. El “primer cubano” vivió durante su tierna infancia en San Agustín y luego fue a morir a esa ciudad.
Esta coincidencia parece un llamado de Dios para que los cubanos todos repasemos la vida y las enseñanzas del Padre Varela, de gran validez en este momento crítico de nuestra historia. Es época de reflexionar sobre su exhortación a precaver tres peligros fundamentales: la impiedad, la superstición y el fanatismo. Él alertó a no adorar el poder y recomendó: “No traten de imponer por la fuerza o por la violencia, con el miedo, con el terror, la manera de pensar de los unos a los otros. No sean fanáticos. Dense cuenta que un pueblo es grande sólo cuando no por el miedo, sino por la libertad descubre la verdad, que el otro es hermano, que todos los pueblos, todos los hombres somos hermanos. Busquemos y hagamos de Cuba un pueblo grande”.
También es una motivación para pensar en lo que nos aproxima a Estados Unidos, y la oportunidad de renovar los vínculos de amistad y colaboración respetuosa. Nuestra historia está muy ligada para bien de ambos pueblos. Desde Cuba salieron las expediciones españolas, que descubrieron Florida en 1498, y comenzaron la colonización con Juan Ponce de León en 1513, Día de Pascua Florida, a lo que debe su nombre. En San Agustín se realizó la primera misa católica en el actual territorio norteamericano en 1565. Desde entonces y hasta 1787 sus iglesias fueron atendidas por la diócesis de Santiago de Cuba y posteriormente, hasta 1793, por la de La Habana.
Como los militares españoles asentados en Cuba cumplían también servicio en aquella colonia, el padre de Varela se trasladó allí con su familia, llevando al pequeño Félix, nacido el 20 de noviembre de 1787. Retornaron a La Habana en 1801, donde cursó sus estudios y en 1811 se ordenó sacerdote.
Ese mismo año obtuvo por concurso de oposición una cátedra en el Seminario de San Carlos, con una dispensa por edad del Obispo Espada. Fue un renovador de la enseñanza al abandonar el escolasticismo e introducir el estudio de las ciencias. En 1817 se convirtió en socio de número en la Real Sociedad Económica, y en 1822 fue elegido diputado a las Cortes de España, pero su voto en 1823 por la regencia, ocasionó que al retornar el Rey Fernando VII, fuera condenado a muerte. Pudo huir y el 17 de diciembre de 1823 llegó a Estados Unidos.
Comenzó su vida pastoral en Filadelfia, aunque su mayor labor fue en Nueva York, como Vicario General desde 1837, y en 1841 el claustro de teología del Seminario de Santa María, de Baltimore, le confirió el grado de director de la facultad.
También en la gran ciudad, al igual que luego haría José Martí, desarrollo su intensa actividad de forja de la nacionalidad y estímulo a la libertad de Cuba. Insigne fue el periódico El Habanero, y posteriormente El Mensajero. Sus cartas y escritos llegaban a nuestro país y tuvieron una influencia fundamental en el proceso que culminó con el levantamiento independentista de 1868.
José de la Luz y Caballero definió a Varela como nuestro verdadero civilizador y quien nos enseñó primero a pensar; José Antonio Saco calificó sus cambios en la enseñanza como una verdadera revolución en el pensamiento cubano, y José Martí lo llamo “patriota entero”. Falleció en San Agustín en 1853; ya había dejado su cimiente en José Martí, nacido meses antes.
El pasado 2 de junio, Monseñor Felipe Estévez tomó posesión como obispo en la Iglesia de San José en Jacksonville. Según la tradición, tocaría a la puerta de la Catedral Basílica de San Agustín, sede de la diócesis, que abrió el obispo saliente por edad de retiro, Víctor Galeano.
Inició una nueva etapa en su vida también de exiliado. Nacido en Pedro Betancourt, Matanzas, en 1946, llegó a Estados Unidos junto a los miles de niños y adolescentes cubanos acogidos en el programa Pedro Pan en 1961. Fue ordenado sacerdote en 1970 con la aspiración de poder servir en nuestro país, pero fue destinado a un lejano pueblo de Honduras, cercano a la frontera con El Salvador. En 1979 pasó a la Arquidiócesis de Miami. Realizó estudios en Canadá e Italia, con un doctorado en teología en la Universidad Pontificia Gregoriana.
Fue rector y director espiritual del seminario regional San Vicente de Paul, en Boyton Beach, y párroco en Santa Ágata con misión pastoral a los estudiantes de la Universidad Internacional de Florida (FIU). Desde 2001 fungió como obispo auxiliar de Miami y en 2010 fue nombrado vicario general de la arquidiócesis de Miami. Es el tercer cubano a cargo de una diócesis en Estados Unidos; los dos anteriores fueron Monseñor Enrique San Pedro, en Brownsville, Texas, y Monseñor Fernando Isern, en Pueblo, Colorado.
Es conocido que Monseñor Estévez se ha mantenido muy ligado a Cuba, su pueblo y los derroteros de la Iglesia Católica Cubana. Hoy sigue el andar de los cubanos que aman al noble país que los acoge, mientras conservan en la mente y el corazón sus raíces.