LA HABANA, Cuba, abril (173.203.82.38) – La ampliación a 178 categorías para ejercer el trabajo por cuenta propia en septiembre de 2010, en procura de canalizar el desempleo de 500 mil personas hasta abril, y en total 1,3 millón en tres años, y complementar la economía estatal, ha probado ser un fracaso en los escasos meses desde su aprobación, tanto por no abrirse a actividades y producciones notables, como por los elevados impuestos, la inexistencia de mercado mayorista y las prohibiciones en general. El VI Congreso del Partido Comunista, basado en las experiencias fallidas, debería despojarse de los dogmas y miedos para liberalizar realmente la capacidad creativa de los cubanos.
Entre las iniciativas que podrían hacer una gran diferencia en la debacle económica con profundas repercusiones socio-políticas, está el verdadero auge del trabajo por cuenta propia y, sobre todo, admitir el derecho a la propiedad privada y las ganancias correspondientes, que restituyan el valor social del trabajo honesto y el nivel de vida correspondiente, ajenos a los compromisos políticos resultantes en grandes diferencias sociales, la doble moral y la pérdida de valores éticos.
Análisis, recomendaciones e iniciativas de especialistas empleados en instituciones vinculadas al Estado o economistas independientes dentro del país, prestigiosos cubanos asentados en el exterior, gobiernos y organizaciones no gubernamentales, denotan el empeño por contribuir a impulsar la recuperación y fomentar el desarrollo. Si en alguna ocasión las autoridades cubanas han contado con contribuciones para emprender acciones sólidas en provecho del pueblo y la nación, es ahora. No existe justificación para continuar imponiendo el retroceso y la opción de procurar un futuro en el extranjero.
Entre las propuestas sólidas se encuentra el desarrollo de las pequeñas y medianas empresas (PYMES) -cuyo embrión cubano sería el “cuentapropismo”-, importantes para el crecimiento económico y la creación de empleos en todo el mundo. Para su progreso se requiere fundamentalmente capital inicial, así como entrenamiento e insumos, incluido equipamiento. Aunque el gobierno anunció en marzo la concesión de ciertos créditos, parecen insuficientes para los requerimientos de un vasto empeño.
La iniciativa “Apoyo a la pequeña empresa en Cuba: recomendaciones para líderes del sector privado y público”, lanzada por el Cuba Study Group con sede en Washington DC, el 7 de abril, pretende crear un fondo de 50 millones de dólares con el objetivo de suministrar a ciudadanos cubanos el capital para operar empresas por cuenta propia. No tiene el propósito de ganancia ni está financiado por ningún gobierno. Se trata de un proyecto asentado en sólidos estudios de necesidades y posibilidades, auspiciado básicamente por cubanos residentes en Estados Unidos con raíces en Cuba.
Dos componentes esenciales para el progreso de esta iniciativa son el alcance de las reformas aprobadas en el VI Congreso del PCC y la continuación de una política proactiva por parte de la Administración de Estados Unidos.
En las declaraciones de la Casa Blanca el 14 de enero se anunciaron cambios con la intención de “ampliar la independencia económica del pueblo cubano”, plasmados en las medidas del 28 de enero que, entre otras, benefician el autoempleo al ampliar el envío de remesas por cualquier ciudadano estadounidense a personas no miembros de su familia en Cuba, y la creación de una categoría de licencia específica para remesas a personas o entidades no gubernamentales independientes, con el fin de apoyar el desarrollo de empresas privadas.
Independientemente del embargo, el Presidente norteamericano posee aún capacidad discrecional para otras acciones, pero obviamente se requieren actitudes racionales desde La Habana, con prioridad inmediata la liberación del contratista Alan Gross.
Existe gran sensibilidad entre personas, instituciones y gobiernos por contribuir a insertar a los cubanos en las oportunidades que brindan los conocimientos y el desarrollo mundial. La encrucijada está en decidir entre el camino del progreso o el despeñadero. El sentido común debe vencer para bien de todos.