LA HABANA, Cuba, octubre, 173.203.82.38 – Luego de casi una semana de continuas lluvias, con la salida del sol, el peligro de los derrumbes se multiplica en muchas de las vetustas edificaciones de esta ciudad. El riesgo para la vida no sólo está latente en los inmuebles habitados, sino también entre las ruinas ya deshabitadas.
Luego de que el gobierno, como parte de su política de reformas, concediera permiso a los particulares para la reparación, remodelación, o edificación de viviendas, se disparó la demanda de los insumos empleados en la construcción, y el déficit de materiales fundamentales ha elevado los precios de los mismos. Como resultado, familias enteras acuden a las ruinas de los muchos edificios derrumbados o demolidos, que abundan en la ciudad, en busca de ladrillos, azulejos, madera y recebo para reciclarlos, utilizándolos en sus propias construcciones o revendiéndolos.
Pude ver como, forzada por la necesidad, una familia completa extraía materiales de las ruinas de un inmueble, en la intercepción de calle 17 y Avenida de los Presidentes, justo frente a lo que en tiempos mejores para nuestra nación fuera el prestigioso colegio privado Baldor. En una operación coordinada, los hombres trepaban con mandarrias a los pisos superiores, las mujeres limpiaban los bloques extraídos, eliminando los restos de cemento, los niños, de menos de 10 años, movían el tamiz para extraer el sustitutivo de la arena y el polvo de piedra y otros jóvenes transportaban el botín en carretillas improvisadas.
En la esquina de las calles Aramburu y San Rafael, contiguo a la dirección policial de tránsito del superpoblado barrio Centro Habana, algunos vecinos parecían acróbatas circenses desafiando la muerte al deslizarse entre cabillas y paredes de un edificio al borde del derrumbe, para conseguir algunos de estos materiales. Las autoridades habían evacuado a los residentes del lugar, declarado inhabitable, y ordenado la demolición del inmueble, pero la brigada encargada de derrumbarlo solo ejecutó parcialmente la tarea. Muy cerca, en las calles Concordia y Escobar ocurría algo similar, tras un desplome.
La escena, que se ha vuelto común, se repite en casi toda la ciudad. Muy a menudo estos enclaves, además de convertirse en peligrosísimos centros de reciclaje, se transforman en áreas de juego para niños, incapaces de calcular el peligro que corren debido a la falta de responsabilidad de sus padres, y también del Estado.
Peor aún, al quedar mal demolidos, o ser demolidos solo a medias, las ruinas de estos inmuebles se convierten también en trampas mortales para algunos que, apremiados por la falta de viviendas, no encuentran más solución que buscar refugio entre las ruinas, haciendo de ellas sus casas. Hace ya tiempo cubrí una noticia de un grupo de personas sin hogar que, buscando abrigo, ocuparon un inmueble declarado inhabitable en la céntrica calle Prado; para calentarse se les ocurrió preparar una fogata directamente sobre el húmedo piso, provocando el colapso el inmueble de tres plantas, que resultó en que cuatro personas perdieran la vida.
La irresponsabilidad gubernamental al asumir las demoliciones no es algo nuevo; hace unos años, en el espacio que hoy ocupa el salón de boxeo Kid Chocolate, contiguo al cine Payret, tras una deficiente labor de demolición del antiguo edificio, vecinos y empleados de entidades estatales entraron al lugar para extraer materiales de construcción, usando hasta una mini buldócer en la operación. Golpearon una pared de carga, provocando un derrumbe que dejó un elevado saldo de muertes.
Después de medio siglo de total desidia estatal y de prohibir además a los particulares acometer tareas de construcción de inmuebles, gran parte de las antiguas edificaciones de los barrios más céntricos y populosos de la ciudad, que datan del siglo XIX y primera mitad del XX, presenta un marcado deterioro y ofrece peligro de derrumbe. Al triunfar la revolución, en enero de 1959, la construcción de nuevas viviendas prácticamente se paralizó en todo el país, y a pesar del constante flujo de emigrantes y la baja natalidad, en el medio siglo transcurrido la población cubana se ha duplicado, lo cual ha creado una profunda crisis habitacional, con un déficit que se calcula entre 600 mil y un millón de viviendas, en un país con una población de alrededor de 12 millones.
Según fuentes confiables, que piden el anonimato, el número de derrumbes parciales ha aumentado significativamente durante los últimos días, debido a las persistentes lluvias torrenciales que han caído sobre la capital.