LA HABANA Cuba, diciembre (173.203.82.38) – Al comenzar la edición 32 del Festival Internacional del Nuevo Latinoamericano de La Habana, comenté la cartelera del evento y las expectativas por géneros, naciones y otros detalles de interés, basándome en la información preliminar brindada por los organizadores.
Al finalizar la fiesta es preciso detenernos en la industria fílmica cubana, cuyos realizadores se esforzaron para competir con Argentina, México, Brasil y cinematografías emergentes de la región con mejor situación económica que la isla.
Los cinéfilos de La Habana siguieron de cerca la producción nacional e hicieron colas abrumadoras para disfrutar de sus largometrajes y óperas primas, aun cuando algunos de ellos no resultaron tan atractivos como esperábamos. De los 21 largometrajes en competencia 4 fueron hechos en casa: Larga distancia, de Esteban Inausti; Casa vieja, de Léster Hamlet; Boleto al paraíso, de Gerardo Chijona, y José Marti: el ojo del canario, de Fernando Pérez, todos facturados en 2010; el ultimo exhibido meses atrás.
Similar identificación fue notable con las dos óperas primas criollas -24 en total-. Tanto Molina feroz, de Jorge Molina Enríquez, como Afinidades, de los célebres Jorge Perugorria y Vladimir Cruz, gozaron del favor del público y la crítica, lo que avala la conexión emocional con las propuestas del patio, y la capacidad del elenco artístico para testimoniar ciertos problemas e inferir algunas claves del vertedero nacional.
Aunque estuvimos por debajo de Brasil y México en medios y cortometrajes – 2 de Cuba entre 23 del continente-, cientos de personas buscaron Los bañistas, de Carlos Lechuga, y Aché, del escritor Eduardo del Llano, creador del simpático Nicanor, presente en un puñado de filmes anteriores que satirizan absurdos y estupideces habituales. Lucero, de la alemana Hanna Schygulla, sobre un escritor cubano emigrado en España, también resultó atractivo para quienes sueñan con la suerte fuera del paraíso socialista.
Disminuyó el interés por los documentales, exhibidos en una de las cuatro salas del multicine Infanta y en locaciones como Caracol –UNEAC- o Glauber Rocha (sede de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano). De los 21 en concurso 4 corresponden a documentalistas cubanos: A donde vamos, de Ariadna Fajardo, acerca del éxodo de los campesinos de la Sierra Maestra; Alabba, de Eliécer Pérez Angueira; En el cuerpo equivocado, de Marilyn Solaya, y Revolution, de Mayckell Pedrero Mariol, que constituye un acercamiento al grupo de hip hop Los Aldeanos, y una evocación de la Operación Peter Pan, realizada por la oficialista Estela Bravo.
Salvo En el cuerpo equivocado, aplaudido por la comunidad gay y estrenado antes del Festival, y Revolution, que ha circulado clandestinamente mediante memorias flash y CD’s, el resto de los documentales pasaron sin pena ni gloria, al igual que los videos sobre intelectuales como Ambrosio Fornet, Manuel Pérez y Rogelio Martínez Furé.
Solo un puñado de expertos y decenas de aprendices estuvieron al tanto de los guiones y carteles en concurso, géneros en los cuales nuestros artistas presentaron 6 y 7 obras a los respectivos jurados, de un total de 25 y 20, liderados por Argentina, con 8 y 4.
Entre los 28 animados en concurso (3 cubanos) fue admirado Nikita Chama Bom, de Juan Padrón Blanco, quien obsequia la simpática alternativa insular ante un mundo en guerra nuclear. Muy degustada además, Pravda, del citado Eduardo del Llano, que retoma al personaje de Nicanor, detenido de madrugada por la policía por escribir grafitis.
De mayor revuelo resultó del 2 al 12 de diciembre la exhibición de Memorias del desarrollo, de Miguel Coyula Aquino, quien ofrece un memorable collage de recuerdos y ensoñaciones en torno a un personaje solitario, al margen de política e ideología. Es una cinta coproducida con Estados Unidos, compleja y renovadora, pues mezcla ficción, animación y elementos documentales.