GUANTÁNAMO, Cuba, julio, www.cubanet.org -La Pastoral Penitenciaria de la Iglesia Católica, en la diócesis Guantánamo-Baracoa, cumple quince años el 24 de julio. Fundada por el sacerdote español, de la orden de los claretianos, José María Armendáriz, tuvo en Benito Heredia Serrano -quien reside actualmente en Louisville, Kentucky, E.U.A.- al primer laico coordinador. Ambos echaron las bases de una misión que ha ido extendiéndose hasta las prisiones y campamentos dispersos por varias zonas de la geografía guantanamera.
Su primera etapa está enmarcada entre julio de 1998 y mediados del 2005, período delimitado por su fundación y la salida del país de los fundadores. Se caracterizó por la ayuda material a los reclusos y a sus familiares, la estabilidad de los encuentros entre los misioneros y la realización del acompañamiento a los reclusos en las propias prisiones y campamentos, acción de hondo contenido humano que fue obstaculizada constantemente por las autoridades del MININT.
Impedían la entrada de textos religiosos a la cárcel e imponían abusos y humillaciones al Padre José María Armendáriz, para que desistiera de acudir al lugar, o, estando allí, lo hacían esperar varias horas para luego decirle que ése día no podría darle atención religiosa a los reclusos. Porque lo sufrí, sé que los presos que solicitábamos esa atención éramos víctimas de represión, y en múltiples ocasiones, las autoridades del penal decían al sacerdote que habíamos renunciado a verlo, sin que fuera cierto.
La segunda etapa puede delimitarse entre la salida de Cuba del padre José María Armendáriz y la designación del padre Jean González Romero (junio 2005 y 2010). Los claretianos continuaron al frente de la pastoral, pero hubo cierta inestabilidad, pues cuando un sacerdote comenzaba a dominar el trabajo, era llamado por sus superiores. Así ocurrió con los dominicanos Roselio Heredia y Juan Andrés Hidalgo Lora. El Padre Roselio fortaleció el trabajo de la pastoral, insufló un sentido de formación que pretendía hacer más conscientes de su papel a los misioneros, y acercó aún más la iglesia a las familias de los reclusos. Gracias a su perseverancia, logró reiniciar las visitas a la cárcel y estabilizar allí la atención religiosa.
El padre Juan Andrés Hidalgo Lora, muy joven, imprimió gran dinamismo al trabajo, continuó haciendo hincapié en la formación de los misioneros y en la importancia que tiene el acto de acompañamiento in situ, tanto a los reclusos como a sus familiares. También propició varios momentos de meditación y retiro, y organizó viajes de recreo a la playa y ríos en los que participaron los misioneros y familiares de los reclusos.
La tercera etapa discurre entre junio del 2010 y el presente. Ha sido un período de estabilidad en cuanto a la dirección de la pastoral, pues Monseñor Wilfredo Pino Estévez, Obispo de la diócesis, decidió que fuera el joven sacerdote cubano Jean González Romero quien se encargara de la misma, lo que ha estado haciendo a pesar de algunos contratiempos de salud y una agenda cargada de trabajo. Así logró que tras la ausencia del padre Juan Andrés, se restableciera la atención religiosa en la prisión provincial de Guantánamo y que las autoridades del MININT hayan aumentado su comprensión acerca del papel de la Iglesia.
Pero todavía hay dificultades. Son pocos los hermanos que deciden trabajar en esta misión. Otros continúan creyendo que la acción más importante resulta entregar alguna ayuda material al recluso, algo que ha hecho mucho daño a la misión. El gobierno cubano, a pesar de haber ratificado instrumentos jurídicos internacionales, como las Reglas Mínimas para el Tratamiento de los Reclusos, todavía no ha incorporado a la legislación interna un reglamento que articule y garantice todo el espectro que abarca la atención religiosa y la práctica de la fe de los reclusos, de forma tal que ésta sea concebida realmente como un derecho y no como una concesión a la Iglesia.
No obstante, muchos obstáculos han sido superados, y se aprecia otro enfoque por parte de las nuevas autoridades de la prisión. Hemos sentido honda satisfacción al conocer que algunos militares reconocen nuestro trabajo y hasta piden ayuda espiritual, fuera de la cárcel, para ellos y sus familias. Esto nos recuerda que la bondad humana se encuentra en todos los grupos, incluso en aquéllos que, en términos generales, merecen ser condenados, como afirmó Viktor Frankl en su libro El hombre en busca de sentido.