LA HABANA, Cuba, febrero (173.203.82.38) – Por estos días se reedita en los barrios de Ciudad de La Habana el carnaval de la grosería y el fastidio. Las actitudes torcidas se hacen visibles en el mostrador del agro mercado estatal.
Apiladas en los rústicos compartimientos, las papas desatan el frenesí de los ancianos desnutridos, amas de casa, y los profesionales del descaro que marcan varias veces en la fila para vender sus turnos a personas que llegan a última hora, y optan por pagar un extra antes que irse con las manos vacías.
En las multitudinarias concentraciones que provoca la aparición de las papas también hay niños, inválidos y mujeres embarazadas. No es raro que los defectos e impedimentos físicos sean parte de un juego de apariencias para alcanzar las ansiadas papas. Podrían parecer historias ficticias, pero en la lucha por la supervivencia todo es válido.
Enrollarse un bulto de trapos debajo de la blusa, usar sin necesidad una silla de ruedas, o gafas negras y bastón para hacerse el ciego, son recursos usados regularmente con el fin de ganar la prebenda de un buen puesto en la cola.
Algunas veces la venta de papas ha tenido que suspenderse a causa de la magnitud del desorden provocado. El intercambio de groserías y los puñetazos son a cada rato el colofón a las horas de espera bajo el sol. Sumémosle a lo anterior los trasiegos ilícitos de mercancía por parte de los trabajadores de los mercados. Muchos sacos llenos de papas se venden por la izquierda a precios más bajos, tanto a revendedores como a los nuevos dueños de restaurantes.
La esperanza de mejorar la alimentación de la familia llevando unas papas a la mesa, es siempre eso: una esperanza, sin garantías. De estos pequeños infiernos que son los agromercados, se sale casi siempre con fatiga o dolor de cabeza, a veces humillado tras una paliza verbal de otro ciudadano que descargó sus frustraciones acumuladas con el que tenía al lado.
Los profesionales de la marginalidad también hacen zafra en estas disputas. Sólo la policía logra ahuyentar a esta tropa que florece cada vez con mayor fuerza en el caldo de cultivo del socialismo.
En ciertos barrios habaneros lograr llevar a casa la ración de papas es más quimérico que esperar una nevada en la ciudad. Conseguir papas puede quedarse solo en un sueño, imposible de alcanzar.
En medio de este escenario nos siguen diciendo que vamos por el camino correcto.
Incluso nos aseguran que somos uno de los pueblos más cultos del Universo. Algunos de los que nos cuentan esas maravillas virtuales que es Cuba son burgueses de cuna. Son los miembros de la Nueva Clase, esa especie que ha convertido al país en su finca particular.