LA HABANA, Cuba, septiembre, 173.203.82.38 -Dentro de pocos días, habrán transcurrido dos meses desde la lamentable muerte de Oswaldo Payá y de Harold Cepero en circunstancias demasiado sospechosas, luego de incontables amenazas por parte de la policía política, acosos automovilísticos y otros “accidentes”, durante años, dirigidos contra el fundador y figura principal del Movimiento Cristiano Liberación. La conmoción no parece tener alivio aún. En los últimos meses, Payá Sardiñas había estado muy activo y acusador y, precisamente unos días antes de la tragedia, el 6 de julio, había dicho en un comunicado donde criticaba la actual convocatoria a elecciones en nuestro país: “Esta telaraña de mentiras es posible porque el pueblo cubano no tiene voz, pero cuando se la tome derribará todo este mega fraude con una sola frase: ¡Ahora la libertad!”
Las expresiones de consternación, de desconsuelo y, sobre todo, de apoyo a la valiente familia del líder han sido numerosas en estas semanas. Muchos gobiernos y personalidades del mundo dieron a conocer enseguida sus condolencias. Se ha clamado por una investigación independiente que busque esclarecer los puntos oscuros en la descripción que hacen las autoridades del infausto suceso. Dentro de la oposición cubana, algunos creen en la posibilidad de un accidente y muchos otros están convencidos de que fue un asesinato político ya anunciado; pero todos exigen que los hechos sean explicados con mayor nitidez y que todas las dudas sean despejadas.
Mucho, además, se ha hablado sobre cuál será, a partir de este punto sin retorno, el futuro de los demócratas cubanos en general y del Movimiento Cristiano Liberación en particular, y con toda razón se habla y se seguirá hablando, porque hay demasiados motivos para preocuparse por quienes luchan pacíficamente a favor de la democracia en muy desiguales condiciones. Los distintos miembros y líderes del Movimiento Cristiano Liberación que han hablado sobre el futuro de la organización han insistido, con toda lógica y eticidad a su favor, en que la organización continuará con sus proyectos y con su lucha, inspirada en la fuerza y el ejemplo de su perdido líder, no importa cuán brutal pueda ser la represión ejercida por el gobierno sobre ellos. Eso es lo que todos los seguidores y todos los que respetan la labor que ellos han llevado a cabo desearían que sucediera. En definitiva, el Movimiento Cristiano Liberación no era únicamente Oswaldo Payá, y una prueba de eso está en la enorme proporción de activistas del Proyecto Varela que fueron encarcelados en la Primavera Negra de 2003.
Pero en realidad es difícil concebir que el Movimiento Cristiano Liberación no ha recibido una herida muy grave. No es esta una visión “caudillista”, ni es que resulte imposible la aparición entre esos valientes activistas de un guía con las condiciones de Oswaldo Payá. Es que toda la oposición no violenta cubana, el conjunto mismo de todas las fuerzas democráticas del país, ha sufrido una pérdida irreparable. Claro está que existen líderes con la voluntad, el coraje y el carisma para seguir adelante y que el gobierno cubano no se siente mucho más seguro sin Oswaldo Payá y continúa viendo en otros opositores importantes una pesadilla para sus intenciones de sobrevivir a cualquier precio.
El presidente norteamericano Barack Obama, a través de un vocero de la Casa Blanca, lamentó la muerte de Payá Sardiñas destacando su infatigable “lucha no violenta por la libertad y las reformas democráticas”, y expresó la esperanza de que “su ejemplo y su liderazgo moral perdurarán”. La conocida bloguera y periodista cubana Yoani Sánchez escribió que, con la muerte de este hombre, Cuba ha sufrido “una dramática pérdida en su presente y una insustituible ausencia en su futuro”.
Esto ha sido, según dijo Jorge Ignacio Domínguez en su blog Tersites Domilo, “un hecho desolador para su familia, sus amigos y sus colegas, pero un desastre para su patria. Su valor, su talento político y su coherencia son siempre preciosos, pero más aún en un país carcomido en su esencia vital”, y añade: “Que Dios nos ayude a todos, porque en cierta medida, a todos nos tocará pagar el precio de su ausencia”.
Para la bloguera Miriam Celaya, “Cuba agoniza mientras sigue perdiendo a sus mejores hijos, vaciándose de fuentes vitales debido a la emigración incontenible, a la corrupción galopante, al latrocinio de una dictadura tan prolongada que ha bebido ya la savia de cuatro generaciones, y a pérdidas como esta: la muerte de un cubano valioso, que nos llena de pesar”. Confiesa, además, que, aunque no siempre compartió sus puntos de vista, admiró “sobre todo su valor y su fe en una Cuba mejor, el sueño al que dedicó tantas energías y sacrificios durante muchos años, más tiempo del que merecen algunos que hoy se encogen de hombros o miran hacia otro lado. No todos los líderes opositores han tenido el mérito de enfrentarse al poder omnímodo sin flaquear, sin abandonar la lucha o sin sucumbir”. Por eso es que ella hubiera querido “que contáramos con él en el futuro de democracia que tendremos algún día ya no muy lejano, porque necesitaremos líderes de su talla en una nación que va quedando huérfana de valores. Ojalá haya muchos como él, ojalá no hubiese muerto”.
La Plataforma Cuba Democracia ¡Ya! declaró: “El dolor y la consternación no pueden paralizarnos, convirtámoslos en acicate para cerrar filas y no cejar en la lucha pacífica hasta alcanzar el sueño de Oswaldo y Harold: la libertad, la democracia y el respeto de los derechos para todos los cubanos”. Para Oscar Espinosa Chepe (en este momento severamente enfermo) la desaparición de Payá “es una pérdida tremenda para el movimiento disidente cubano”. Más enfático ha sido Carlos Alberto Montaner: “es la pérdida más terrible que podía tener el movimiento democrático dentro del país. Era la figura de mayor peso moral y de mayor importancia internacional”.
Andrés Reynaldo, por su parte, ve a partir de esa tragedia un panorama inquietante cuando concluye que Raúl Castro se equivocaría en celebrar esta muerte porque, “con Payá, desaparece probablemente una de las últimas y legítimas barreras frente a una no menos legítima oposición violenta. La determinación de la dictadura de retener el poder a sangre y fuego va estableciendo por contraste las coordenadas de la rebelión. Es una lección universal y Cuba no tiene por qué ser diferente. De hecho, en ese sentido, nunca ha sido diferente”.
Se pregunta Joaquín Roy, partiendo de la ausencia de Payá, acerca de la posibilidad de que los diferentes núcleos de la disidencia tengan el potencial de convertirse en sólidos grupos políticos que algún día sean llamados «partidos»: “Con un mundo exterior (sobre todo el europeo) precisamente atenazado por la estupefacción de los ciudadanos ante la ineficiencia de los partidos políticos, el futuro de la disidencia en Cuba está más que nunca sujeto a los esfuerzos interiores”. El periodista español Mauricio Vicent cree que la disidencia cubana siempre ha sido débil y ha estado dividida, y parece muy poco optimista con su futuro porque “hoy las limitaciones del atomizado movimiento disidente cubano siguen siendo las de siempre, pero el promotor del Proyecto Varela ya no está”.
El escritor y periodista José Hugo Fernández piensa de forma muy diferente: “Hoy la oposición no solo es más fuerte que hace unos años, sino que tiene perspectivas más amplias”. Y se explica: “Posiblemente Payá sea insustituible en su rol, pero eso no debe preocupar demasiado, porque su tarea y la del Movimiento Cristiano Liberación ya son historia. El futuro no depende de un grupo, sino de la evolución que realice la oposición en general. Es imposible analizar el movimiento democrático cubano sin tener en cuenta el avance que han prodigado las nuevas tecnologías, que no existían aquí cuando Payá comenzó. De todos modos, a él habrá que tenerlo en cuenta siempre, porque tenía razón en lo esencial y porque actuó de manera vertical en todo momento”.
Omayda Padrón, bibliotecaria independiente, considera que el movimiento fundado por Oswaldo Payá seguirá su rumbo: “Ofelia Acevedo tiene suficientes condiciones para continuar con el liderazgo, y la hija de Oswaldo y ella, Rosa María, tiene también mucho talento, mucho valor y mucho impulso. La oposición, en general, ha perdido a un líder insustituible, pero hay otros líderes, hay mucha fuerza para continuar la lucha”.
Para la joven bloguera Lía Villares “las Damas de Blanco tienen mayor fuerza ahora, después de la muerte de Laura Pollán. Yo supongo que con el Movimiento Cristiano Liberación pase lo mismo, que tengan más fuerza para continuar la lucha”. Por su parte, el doctor Oscar Elías Biscet, analizando los detalles de una muerte tan sospechosa, sentencia: “Los asesinatos políticos no frenarán la libertad de Cuba”.
De cualquier manera, hay dos frases de Oswaldo Payá que seguirán resonando durante mucho tiempo en los oídos de los actuales y los futuros líderes demócratas y también en los de esos matones que no querían darle un minuto de paz, dos frases pronunciadas en medio del acoso salvaje. Una es: “No los odiamos, pero tampoco les tememos”. La otra: “Me han dicho que me van a matar antes de que termine el régimen, pero yo no voy a huir”.