LA HABANA, Cuba, febrero, 173.203.82.38 -El próximo estreno del director cinematográfico Enrique Pineda Barnet, es una película de temática gay. Lleva por título “Verde, Verde”, y ya circulan copias piratas en La Habana.
Se trata de un largometraje producido por el ICAIC, que tiene como protagonistas a los actores Héctor Nóas y Carlos Miguel Caballero. Cuenta, además, con la actuación especial de la cantante Farah María, un ícono para muchos homosexuales y transformistas cubanos de décadas anteriores.
En la parte técnica, los créditos anotan el guión del propio realizador, con la participación de Raúl Rodríguez Cabrera en la fotografía; Gustavo Herrera, en la coreografía; Nieves Laferté, en la dirección de arte; Juan Piñera, en la música.
El tema aborda esencialmente la violencia que siglos de homofobia siembran en el alma humana. O sea, es otra película más dedicada a las relaciones homosexuales, un tema tabú en Cuba hasta años recientes, pero que actualmente parece estar de moda.
La seducción que ejerce el tabú, lo prohibido, en hombres que se muestran ante la sociedad como heterosexuales, pero con una tendencia bisexual sepultada bajo los convencionalismos impuestos por el machismo, conduce la trama sobre la historia del encuentro entre los protagonistas, en un espacio de transgresión -un bar-, donde el alcohol, el juego erótico de la seducción, la relajación de las relaciones, empujan a los asiduos a traspasar límites que quizás en otros lugares no se atrevieran a violar.
El director juega con las imágenes, que recuerdan los dibujos eróticos gay de Tom Ford, para acentuar el drama planteado, a mi juicio, de manera un tanto teatral. Hay demasiados parlamentos, demasiado discurso para exponer las ideas del realizador acerca de cómo la homosexualidad enfrenta la proyección de la homofobia entre los individuos.
La secuencia del intercambio sexual está marcada por la violencia que desencadena la ruptura de los convencionalismos del pretendido personaje heterosexual, al ser vencido por el placer de la entrega homosexual. Aquí se revela la falsedad de la postura machista ante la pulsión indiscutible de la libido.
El atrayente juego de la seducción, la ruptura de los límites de lo prohibido, la violencia del intercambio sexual, la entrega al placer ligado con el dolor, el transitar por un espacio vedado por los convencionalismos, el castigo, patentizado por la agresión física ejercida al final del acto sexual contra el homosexual: todo esto nos lleva fatídicamente hacia el desenlace.
Pineda Barnet conoce, evidentemente, el tema que está tratando. En el medio artístico habanero, no pocos homosexuales, conocidos por sus obras, han sido asesinados en parecidas circunstancias. La atracción inspirada por un joven objeto del deseo homosexual, conlleva el riesgo de la violencia homofóbica como respuesta al placer.
Desde mi óptica, la película no aporta nada positivo a la aceptación, a la comprensión y valoración del amor homosexual como una forma natural de interrelación humana. No hay intercambio sentimental entre los protagonistas, no hay amor posible en las relaciones homosexuales, parece decirnos el director. Solamente cuenta el sexo, la violencia del encuentro, como una de las cartas indispensables a jugar en el proceso de seducción y en la búsqueda de placer sexual entre hombres.