(Entrevista con Danilo Maldonado, El Sexto)
LA HABANA, Cuba, mayo, 173.203.82.38 -Según el famoso artista plástico Alexis Leyva, alias Kcho, “El Sexto no es nadie. En Suecia, tú haces grafitis y te meten preso”, dijo en una entrevista al inicio de la XI Bienal de La Habana, y resuelve: “Eso no es arte ni es nada”.
El Sexto nunca tuvo suficiente disciplina como para estudiar en una escuela. Su formación fue en talleres de casas de cultura. Su tío, licenciado en historia del arte, siempre lo llevaba a lugares donde pudiera aprender. “Pero lo que verdaderamente me formó, me nutrió”, confiesa, “fue la calle. Siempre estaba en San Agustín, en Regla, en El Vedado, dondequiera, siempre tratando de aprender, de estar alerta y de buscar un público sin importarme si era conocedor o no”.
Cuando se alistaba para participar en una exposición colectiva en el marco de la Bienal, entre dibujos y pinturas, ofreció para Cubanet esta entrevista.
Cubanet – ¿Cuáles serían las principales referencias o artistas que crees tú que hayan tenido alguna influencia sobre tu obra o que te hayan reportado alguna enseñanza?
Danilo Maldonado – De Cuba, estudié en libros a muchos pintores. Estudié además con Roberto Diago en un taller que tenía. Me gusta mucho Amelia Peláez, Antonia Eiriz, Mirta Pilar, Hilda Vilar, la gente de Arte Calle, Ezequiel, Luis Trápaga, mucha gente. Del mundo, Basquiat. Yo soy una esponja.
CN – ¿Cómo ha afectado tu vida personal el acoso que has vivido en el último año? Como artista, ¿te ha desalentado?
DM – Todas las cosas que me han ocurrido en el último año son tan importantes que, si no hubieran ocurrido, yo no fuera lo que soy ahora. Cada vez que la situación se pone más difícil, me siento más estimulado a crecer. Uno termina en el piso o se crece, pero no puede acostumbrarse a perder. Uno siempre quiere más y se exige más a uno mismo. Es bueno que pasen esas cosas para hacerte más fuerte, más inteligente a la hora de enfrentar lo venidero. Es lo mejor que me ha pasado para poder estar más claro. Yo sé quién es el enemigo y qué quiere. Ellos me hacen un expediente a mí y yo les hago uno a ellos, a pesar de que siempre hay más de cuatro o cinco y cambian, aunque se mantenga uno de ellos. Siempre tienen una expectativa absurda y tú te preguntas qué cosa es todo eso. Ni ellos mismos se lo creen.
CN – Hace unas semanas, entre el 26 y el 28 de marzo, estuvo de visita en nuestro país el Papa Benedicto XVI. ¿Qué significó para ti personalmente ese acontecimiento?
DM – Personalmente significó volver a estar preso. Fueron a buscarme el mismo día 26. Era el cumpleaños de mi hermano y yo iba saliendo de la casa. No me soltaron hasta el día siguiente. Ellos tienen mucho miedo y creen que hay gente que ha pasado la raya. Se cuidan mucho de que alguna de esas personas que ya se sienten libres vaya a un lugar público, que decida manifestarse y que algunos decidan seguirlo. Fue mucho el desaliento para los que tenían alguna esperanza con esa visita y yo me alegro de eso, porque en realidad nadie de afuera va a cambiar lo que nosotros tenemos que cambiar. Esa es una utopía de los que siguen confiando y dándole más poder al poder. Si tú no gritas por tu propia libertad, ¿va a venir alguien a liberarte? Lo mío es dar el berro. Hay que pararse en tres y dos, y ya.
CN – Un día la policía política te llevó a un estudio de Alexis Leyva, Kcho, para darte una lección de cómo es un artista, o algo así. ¿Qué impresión tienes tú de esa experiencia?
DM – Soy muy optimista. Si no, no trataría de hacer lo que hago. Ellos se dieron cuenta de que mi obra había tenido alguna influencia, y también de que lo que da soporte, lo que da un poco de legitimidad al sistema político es el arte. Si el arte logra tocar a las personas, desde cierto punto de vista está haciendo real al gobierno, y es por eso que reclutan a artistas, como Kcho, e intentan intimidar a otros. Un artista es una persona llena de luces, de amor, no se entiende con lo político ni con lo burdo. Aunque sea agresivo sigue siendo artista. No mata gente con una ametralladora. Aquí puede entrar alguien que piense distinto a mí y ponerse a pintar a Fidel Castro mientras yo me pongo a pintar lo mío, y puedo convivir perfectamente con él. Puedo entender por qué algunos se pasan a ese bando, por qué el temor a perderlo todo. Ponerse en un ángulo distinto es una actitud suicida porque ellos tienen el poder y pueden hacer contigo lo que quieran. Imagínate estar encerrado en una habitación con un montón de tipos con pistolas, vestidos de verde, cuestionando tu obra. Algunos se dejan reclutar, otros dicen: Yo soy artista y no tengo nada que hacer contigo. Tú estás ahí, pero no me impliques en tus mentiras. Tu mentira es tu mentira. Si tú eres capaz de mentir, si tu comportamiento delante de la gente es mentira, puedes estar con una mujer que no te gusta, hacer un trabajo que no te gusta, andar con gente que no te gusta, y ya en tu vida todo es mentira. Hay que armarse de valor o bajar la cabeza y nunca mirar la luz del sol; hay que comprender que lo único que ellos pueden hacer es matarte. Cuando uno dice bien claro que no y que por aquí no van a pasar, no sucede nada. Si no, tu vida se enreda con mil mentiras y no puedes controlarla, y llega un momento en que firmas una carta apoyando que maten a alguien y abrazando a Fidel Castro.
CN – ¿Sigues haciendo grafitis y flyers? ¿Estás haciendo algo nuevo?
DM – Sigo haciendo grafitis y flyers. A veces uno piensa, cuando se le ocurre uno nuevo, que ya no va a poder hacer otro, pero este año empecé a hacer algunos flyers interactivos, con formas que se doblan y se convierten en otra cosa. Ahora pienso hacer otros volviendo a aquello de “Devuelvan mis cinco euros”. Sigo también haciendo grafitis, pero me los borran, no duran más dos o tres días.
CN – ¿Qué estás preparando en relación con la Bienal de La Habana?
DM – Me invitaron a esta exposición con artistas plásticos que no son contestarios y que respetan lo que hago, y empecé a hacer cosas nuevas que quería sacar de mí. Ahora utilizo mucho el rosado, el color con que tachan mis grafitis. “Tú tachas mis cosas, yo tacho las tuyas”, dice una de las piezas. Para mí esta exposición es algo muy bueno, porque a veces piensas que la gente no te tiene en cuenta. Estos artistas vienen del Instituto Superior de Arte, han viajado, tienen un nivel de plástica muy alto, y que te acojan en este espacio significa que reconocen la calidad de tu obra. Para mí eso es muy importante. Yo me formé en la calle. Lo mío era espontáneo, expresando mi malestar, cuestionando. Ellos son plásticos con una formación cultural, y ver que te tienen en cuenta y quieren hablar contigo te hace sentir raro. Tengo que decirles que el que está contento de conocerlos a ellos soy yo. Ninguno ha tenido problemas políticos, pero me entienden perfectamente.
CN – Dijiste en una entrevista en Estado de SATS que “nosotros vamos a derrumbar la pared, vamos a acabar con ese miedo”. ¿Quiénes son nosotros? ¿Crees que están acabando con ese miedo?
DM – Creo ese nosotros significa los jóvenes y todos los que están haciendo algo para que se acabe esto y haya libertad. Nosotros significa los bloggers, los activistas políticos, las Damas de Blanco. Con esta exposición uno ve también que el miedo se pierde. Te acusan de mercenario, pero cuando otras personas hablan contigo pueden ver que un verdadero mercenario no tiene mente ni tiempo para hacer arte, ni para hablar con gente diferente, con temas distintos. Y pierden el miedo. Antes podían decirte algunos: “Sigue ahí”, y eso te llenaba de energía, pero no tanto como ahora cuando te dicen: “Sigue aquí y echa pie en tierra con nosotros, que no hemos pasado por lo que has pasado tú, pero respetamos lo que haces”.
CN – ¿No sería más fácil para ti marcharte de Cuba y probar suerte en otro país? ¿Crees que vale la pena sacrificar tu juventud en un lugar y una situación que muchos otros jóvenes consideran sin futuro y sin mejoría a corto plazo?
DM – Sueño con visitar muchos lugares y para un artista es muy importante expandirse. Pero si me voy, ya no me serviría nada lo que he aprendido aquí y tendría que cambiar de cultura, de lenguaje. Quiero que mi obra se conozca, pero quiero quedarme aquí. Esto es lo que soy y esto es lo que sé. Creo que la situación en Cuba cambiará. Si no cambia, trataré de todas formas de dar lo mejor de mí, haciendo lo que me gusta y en el lugar que me gusta. El arte me cambió la vida, fue como un despertar, fue mejor que cualquier religión. Ves las cosas desde otros puntos de vista, con otros tonos, aprendes a valorarlas. Yo vivía ciego. Y lo mejor que me pasó fue ser artista y serlo aquí en Cuba, incluyendo las malas experiencias que desgraciadamente suceden, pero que ayudan a madurar para hacer cosas superiores. Te exiges más a ti mismo. Lo más sencillo sería irme. ¿Y por qué hacerlo si esta es mi casa? Tampoco voy a cerrar los ojos a lo que ocurre. Sobre todo, no quiero contaminar lo que el arte ha limpiado en mí.
CN – ¿Por qué te hiciste en el pecho un tatuaje con la imagen de Laura Pollán?
DM – Es difícil convencer a algunas personas de que alguien como ella estaba haciendo algo bueno. Los que están en el poder tienen herramientas como la prensa, entre otras, y la posibilidad para hacer creer lo que quieran, para imponer el miedo. Creo que primero es la espontaneidad, la convicción. Sin eso, todo es mentira. ¿A quién se le ocurre que alguien te pueda pagar unos dólares por salir a la calle? ¿Tú sabes lo que te puede pasar por salir a la calle a protestar? Yo les he dicho a algunas personas: “Oye, voy a conseguirte cien dólares todos los meses para que salgas y grites Abajo Raúl”. Después de todo lo que empezó a hacer Laura Pollán, con esa convicción, lo menos que podía pasar era que otra gente la ayudara. Le digo a la gente: “Oye, brother, esa mujer es una super heroína que hizo cosas tremendas que molestaron mucho al gobierno, y por eso el gobierno inventó tantas mentiras”. Yo iba a tatuarme en el cuello, con letras de máquina de escribir, Donde hay vida hay arte.
Epílogo
Toda ilusión que haya podido abrigar Danilo Maldonado con esta exposición debe haber desaparecido cuando la policía política, bajo amenazas, logró que, primero, sus obras fueran excluidas de la muestra colectiva y, luego —porque siempre debe haber un correctivo que supere cualquier coacción inicial—, la exhibición toda fue prohibida, igual que otras muestras alternativas. Sin dudas, más que El Sexto, la Bienal resultó perdedora y, con ella, perdimos todos los que deseábamos más diversidad, más arte sin censura.