LA HABANA, Cuba, julio, 173.203.82.38 -Sembrar en las azoteas de las casas o edificios es una necesidad recurrente para muchos cubanos que no cuentan con espacio para ello en sus hogares.
“Yo recogí unas tejas rotas de fibrocemento que quitaron del techo del agro mercado. Como no tenía dónde ponerlas, las subí para la azotea, y allí sembré condimentos y algún que otro vegetal”, comentaba un hombre en la cola de las papas, “y solo así puedo sazonar la comida, porque los condimentos están escasos, y los precios, por las nubes.”
Marta sacó una licencia para vender plantas ornamentales. Como no tiene espacio, utiliza su azotea. Cuando comenzó con su negocito, hizo unos canteros sobre la placa, pero tuvo que quitarlos porque la humedad le afectaba el techo. Ahora consiguió unas bañaderas viejas y en ellas siembra las maticas que va a trasplantar para pequeñas vasijas, y luego venderlas por las calles con su carretillita.
“Cuando se me rompió el tanque donde recogía el agua”, dice Ramón, quien no tiene en su casa ni un cantero, “lo subí para la azotea, le abrí agujeros, lo llené de tierra y sembré ajo, y me ha dado resultado”. Con este ingenioso método incursiona también en otros cultivos.
Un día, Ramón invitó a almorzar en su casa a su sobrino y a su esposa alemana. Después, harían un recorrido por la Habana Vieja. Con orgullo les mostró su sembrado en la azotea, el cual causó admiración a la alemana. Luego, cuando paseaban por la ciudad, la joven se detenía frente a los árboles que crecen en edificios y balcones, y los tomaba con su cámara.
Al llegar a la emblemática librería La Moderna Poesía, en cuya pared lateral crece un frondoso arbusto, la mujer afirmó: “Essto me rrecuerrda esos documentales donde se rrecrrea la vida en la Tierra trass la desaparissión de la rassa humana, y la vegetassión se apodera hassta de los grrandes rasscassieloss.”
Tío y sobrino se miraron cuando la muchacha agregó, con su fuerte acento alemán, que en Cuba, por lo vissto, nos habíamoss adelantado.