LA HABANA, Cuba, abril (173.203.82.38) – A las muchas penurias de los cubanos se suma la escasez de agua. El diario Granma informó que “el abasto de agua puede complicarse más en la capital”. El número de personas perjudicadas asciende a 1millón 84 mil 657. La población permanente capitalina suma 1 millón 200 mil.
Los acuíferos Aguada del Cura, las Mercedes y las represas La Coca y La Zarza colapsaron. La presa Bacuranao tiene agua para 79 días. La cuenca Almendares-Vento está a un metro 43 centímetros por debajo de los valores normales.
Disminuyen aceleradamente la Cuenca Sur y Ariguanabo. Otras 34 fuentes van camino del colapso.
El déficit alcanza 519 mil 307 metros cúbicos de agua diarios. En enero era de 328 mil 119. Ciento veintiséis camiones cisterna, que consumen más de 56 mil litros de combustible semanales, distribuyen algo de agua a la sedienta capital en ciclos de hasta cuatro días por barriada.
A los parques y avenidas de la capital nunca les llega el agua. Resulta paradójico que casi el 70 % del líquido se pierda en su recorrido de 3 mil 158 kilómetros, debido al deterioro de las conductoras. Muchos tubos tienen más de un siglo de explotación, y no aguantan más.
El derroche en los sectores estatal y residencial es otro mal endémico por falta de cultura de conservación. Parecido ocurre en los acueductos del resto de la isla. Se hacen remiendos o sustituciones parciales en tuberías, y a la carrera. Cincuenta años de abandono casi total de las redes hídricas es bochornoso.
Científicos cubanos llevan años alertando de que los períodos de sequía son cada vez más extensos e intensos, pero faltó la enérgica conjunción de previsión y acción. Al contrario, políticas desacertadas en el último medio siglo han contribuido al acelerado menoscabo del clima y el entorno.
La consigna ¡Ni una gota de agua al mar!, dio paso a una carrera desenfrenada por construir grandes y hasta enormes represas. Se anegaron kilómetros de tierras fértiles, perdidas para la agricultura, lo que además causó gran afectación al ecosistema: incontables especies de la flora y la fauna se afectaron.
Surgieron colosales espejos de agua donde se “sembraron” peces foráneos, depredadores de las especies endémicas, con vistas a la alimentación humana, pero desaparecieron los ríos y arroyos más abajo por falta de agua, y con ellos el hábitat vegetal y animal. La estrecha isla no tiene ríos extensos ni caudalosos. Quedó roto el equilibrio del medio.
Otra desafortunada idea fue la pretendida producción en 1970 de diez millones de toneladas de azúcar. Se necesitó sembrar decenas de miles de hectáreas y, para ello, se arrasó con enormes extensiones de siembras tradicionales. La vegetación desapareció y sobrevivieron algunos bosques.
Queda claro que el fenómeno La Niña, muy intenso en la actualidad, y el cambio climático mundial, no tienen toda la culpa del pase de cuenta de la naturaleza por los desmanes cometidos contra ella en el archipiélago cubano, situado en el cinturón de los grandes desiertos. Los vientos alisios y terrales, los frentes fríos y los huracanes, refrescantes y portadores de lluvia, hicieron que Cuba tuviera un clima benigno y una naturaleza paradisíaca. Eso era antes.
Cuba está en trance de desertificación. Será parte del cinturón de desiertos si antes no ocurre el milagro de revertirse el desastre ecológico.