LA HABANA, Cuba, diciembre ( 173.203.82.38) – El reciente discurso de Raúl Castro, lejos de aclarar dudas, sembró más confusión y preocupación en la población. Los cubanos temen que quiten la libreta de abastecimiento, que según el General es confundida “con un logro social que no debiera suprimirse”.
La cuota subsidiada, que en el último año se vio notablemente reducida, contribuye a la alimentación de la mayoría de la ciudadanía, una parte del mes. Desde principios de este año, el Estado liberó la venta de parte de los productos normados, con el objetivo de gradualmente extinguir la libreta de abastecimiento. Así sucedió con la papa, los chicharos y los cigarros.
Lo temores del pueblo no son infundados. La medida perjudica principalmente a las personas de la tercera edad, mucha gente si se tiene en cuenta que la cubana es una población notablemente envejecida. En los portales y esquinas de la ciudad, se ve a los jubilados vendiendo algunos de los productos que adquieren a través de la libreta de racionamiento como parte de la cuota subvencionada, como la pasta de dientes, los cigarros y el café, los fósforos, jabón de baño y de lavar y las pastas alimenticias
La mayoría se pregunta si “Papá Estado” será capaz de mantener abastecidos los mercados según la demanda. Otra de las mayores inquietudes es el precio al que el Estado nos venderá los productos liberados, que coincidirá con los que tienen en el mercado negro. ¿Podrá un pueblo de trabajadores que reciben salarios de 10 o 20 dólares mensuales adquirirlos, o tendrán los cubanos que robar aún más?
Las preocupaciones aumentan, mientras más grande es la familia. Josefa, mi vecina, tiene 48 años y es ama de casa. Nació dentro de la revolución y su sistema de racionamiento. Su esposo es custodio, y su sueldo es el único que entra en la casa para mantener a tres hijas menores. No se imagina cómo va alimentarlas sin la cuota de productos subsidiados de la libreta de racionamiento.
Joaquín, un anciano de 73, en pleno debate sobre el asunto en la carnicería, mientras espera su turno para comprar picadillo de soya, pregunta: “Con los 200 pesos mensuales que me pagan de pensión, después de pagar la electricidad y el crédito de los equipos de la revolución energética, ¿cuantas libras de pollo podré comprar, si lo venden a 23 pesos la libra?
La liberalización de los productos normados hace felices a muy pocos. Nadie cree que se acabe la escasez, que ha acompañado a la revolución desde sus inicios. Como sea, ya está dicho, la suerte está echada y el “renovado” socialismo cubano nada tiene que ver con “subvenciones y gratuidades”.