LA HABANA, Cuba, octubre (Agenda Cambio-Debate/ 173.203.82.38) – La Asamblea General de Naciones Unidas acaba de aprobar una resolución que reclama el levantamiento unilateral del embargo económico que durante medio siglo ha impuesto los Estados Unidos a Cuba, demanda que desde hace 20 años interpone el gobierno de los Castro ante ese foro, con el argumento de que el embargo lesiona la economía de este país y es violatorio de los Derechos Humanos del pueblo cubano; y con ello, convence a ese auditorio para que cada año apruebe su petición.
De nada sirve el alegato norteamericano en cuanto a que este asunto es bilateral y por tanto, debe ser resuelto mediante negociaciones de las partes. Tampoco el hecho de haber dado algunos pasos de acercamiento permitiendo la venta de alimentos a Cuba – que ha convertido a Estados Unidos en uno de los principales socios comerciales-, el envío de remesas y la autorización a que los cubano americanos viajen de visita a la Isla sin restricciones por parte del gobierno americano; mientras que los Castro no corresponden en nada.
El embargo norteamericano fue impuesto a partir de 1960 por sobradas razones, de las cuales la más mencionada es la confiscación de las propiedades de norteamericanos en la isla. Sin embargo se echa a un lado la violación masiva de los Derechos Humanos para con el pueblo cubano mediante una ola de despojos, encarcelamientos y fusilamientos indiscriminados, lo cual promovió de una estampida migratoria de cientos de miles de personas hacia ese vecino del norte. Esto último constituía la esencia básica de quebrantamiento democrático en que se basó la condena de la OEA a Cuba por entonces y se ha mantenido como consistencia básica de su epicentro.
Pero lo más importante no son las razones de la Casa Blanca para decidir tal medida, sino el hecho evidente de que las acciones de los Castro constituían una provocación premeditada para promover dicho embargo y con ello la justificación para cambiar entrar en la esfera de influencias soviéticas e imponer el comunismo en Cuba.
En mayo de 1960, el primer ministro soviético Nikita S. Jruschov prometió que la Unión Soviética defendería el recién creado gobierno revolucionario de Fidel Castro y en seguida inició proyectos para suministrar a Cuba misiles balísticos. En 1962 los cohetes ya estaban instalados y fueron descubiertos, produciéndose una crisis que puso al mundo al borde del holocausto nuclear.
Castro fue el gran ganador de la contienda, el gobierno norteamericano se comprometió en el pacto que puso fin a la crisis a no invadir nunca a Cuba y además, a no permitir que otros lo hicieran. Esta garantía fue una verdadera “patente de corso” que permitió a nuestro gobernante hacer con Cuba lo que le dio la gana, mientras usaba el embargo para justificar el desastre económico de su gobierno. Con esta premisa y el descomunal subsidio soviético, no solo se apoderó del país, sino que además desbordó su maldad por ultramar.
En un documento de 1970 clasificado de muy secreto, que por casualidad pudimos ver algunos presos de conciencia en el Combinado del Este (incluido Regis Iglesia y Osvaldo Alfonso, del grupo de los 75), Castro le informaba a altos oficiales, entre otros, que el gobierno de Nixon había establecido contactos discretos para arreglar el diferendo entre ambos países y enfatizó: “Imagínense tenerlos por aquí metiéndose en todo, los vamos a desalentar y se tendrán que retirar”; ocurrió entonces un incidente con unos barcos de pesca cubanos que el gobierno cubano utilizó para hacer abortar el referido intento de acercamiento por parte de Nixon.
En 1996 el entonces presidente, Clinton, se negaba a aprobar la Ley Helms Burton, y el gobierno cubano derribó las avionetas de Hermanos al Rescate compulsándolo a firmarla. Recientemente el presidente norteamericano Barack Obama, propuso un dialogo para resolver la crisis, los Castro dijeron estar dispuestos pero se negaron a dar paso positivo alguno y, por el contrario, encarcelaron a Alan Gros.
Los hechos han demostrado hasta la saciedad que el gobierno de la isla no tiene interés ninguno en desmantelar el embargo, que por demás nunca fue efectivo y se ha ido erosionando notablemente, mientras que las razones que le promovieron se mantienen intactas. Sin embargo, la propaganda de los Castro, con su filosofía goebbeliana, ha logrado convencer al mundo, trastocando esta realidad.
El pueblo cubano dividido, empobrecido, maltratado y despojado de los más elementales derechos, está en el medio de esta contienda y clama porque se haga justicia. Es menester que las partes – que debía incluir una representación de los perjudicados – pongan el problema en toda su dimensión sobre la mesa de negociación, ese debiera ser el dictamen de Naciones Unidas y no el de prorrogarle a los Castro la “patente de corso” para continuar con sus desmanes.