LA HABANA, Cuba, febrero, 173.203.82.38 -Disponer de la enorme cantidad de policías que necesita la ciudad de La Habana, ha sido una de los grandes retos de las autoridades cubanas en los últimos tiempos, ya que los habaneros, por lo general no desean dedicarse a esa función.
Desde hace años, la situación se resuelve trayendo policías de la región oriental del país, una opción que con el paso del tiempo iba a resultar insostenible, debido a que muchos de esos policías traen después al resto de la familia, agravando los serios problemas de sobrepoblación y falta de viviendas ya existentes en la capital.
Todo indica que la nueva estrategia es la incorporación de féminas para que patrullen las calles de la urbe. Se trata de jovencitas veinteañeras, muchas de ellas delgaditas y de aspecto frágil, que dan la impresión de ser incapaces de usar óptimamente el armamento que portan y menos aun tener las condiciones físicas para enfrentarse a los violentos delincuentes que pululan en la ciudad. Es muy común verlas, por ejemplo, custodiando los alrededores del templo pentecostal de Infanta y Santa Marta, donde todavía permanece encerrado el grupo de fieles que lleva allí meses, en espera de no se sabe qué.
Ignoro cuál ha sido el mecanismo utilizado por las autoridades para captar a las nuevas policías. Pero si tenemos en cuenta su edad promedio, no es difícil imaginar que podrían ser graduadas de la enseñanza media, que no contaron con mejores opciones de empleo.
Cada día se torna más desalentador el panorama para los jóvenes que desean continuar sus estudios, sobre todo en el caso de las mujeres. La matrícula en las universidades está muy limitada, y el resto de las posibilidades que se ofrecen últimamente resultan poco atractivas para las jovencitas, pues al parecer, las autoridades han decidido que ya no necesitan preparar a tantos técnicos de nivel medio en Contabilidad e Informática.
Realmente los habaneros no estamos muy acostumbrados a ver a las mujeres desempeñándose como albañiles, plomeras, carpinteras, ni quemándose al sol en labores agropecuarias. Y es de suponer que tampoco los padres desean esas ocupaciones para sus hijas.
Las nuevas policías, lógicamente, no pueden acometer por sí solas su misión. Sería iluso pretender que una de esas jovencitas pudiera neutralizar a un delincuente, máxime si consideramos la violencia y el auge de los delitos que hoy afronta la capital cubana. Aparentemente, es por ello cumplen sus tareas formando siempre dúos con colegas del sexo masculino.
Algunas personas, poco acostumbradas a ver parejas de policías de ambos sexos piensan que entre algunos de esos dúos podría surgir relaciones sentimentales que conspiren contra la dedicación y sangre fía que este trabajo requiere.
Sin embargo, esa posibilidad sería un mal menor ante la inquietud que asaltaría a las autoridades si aumentara el número de mujeres jóvenes sin empleo ni opciones de estudio. Posiblemente, algunas de estas mujeres al no tener empleos ni otras opciones, optarían por dedicarse a actividades marginales, o hasta engrosar el ejército de prostitutas que aumenta sin cesar.
No es que las mujeres no estén capacidades o no tengan pleno derecho a desempeñarse en los más disímiles oficios, siempre que respondan a su libre elección. Lo lamentable es que la necesidad las lleve a enrolarse en faenas con características tan complejas y difíciles, sin que verdaderamente tengan la vocación y las condiciones físicas para desempeñarlas.