LA HABANA, Cuba, mayo (173.203.82.38) – Bajo el título Artificios, y curaduría de Elena Méndez y Georgina Muñoa, el Museo de Artes Decorativas de La Habana acoge entre mayo y junio una selección de piezas de orfebres representativos de la joyería contemporánea cubana, quienes expresan desde el talento y las habilidades exigidas por ese arte milenario, diversas miradas que combina utilidad y placer estético.
Figuran exponentes de la joyería artística de los noventa y los dos mil; los primeros marcados por los cambios socioeconómicos del eufemístico Período Especial y cierta apertura hacia el exterior, casi todos autodidactos, pero con maestría en la exploración estética con los volúmenes, las texturas y las formas geométricas. En tanto los orfebres que despuntaron en 2000 evidencian su formación académica y el afán de vincular lo creado con la experimentación y la subversión de cánones establecidos, tanto en lo visual y conceptual, sin dejar de interactuar con otras expresiones del arte y acercarse a las últimas tendencias internacionales.
En Artificios dialogan consagrados y principiantes como Marlen Piloto Vázquez, Mayelin Guevara, Grethell Rasúa, Raúl Valladares Valdés, Héctor Montaner, Jorge Gil, Eduardo Núñez y Yaniel Rodríguez, quienes avalan con sus entregas las tendencias de la joyería artística cubana actual, cuyas aristas pasan por el universo de los metales desde improntas personales y diseños novedosos, en correspondencia con el nivel técnico de los creadores, cuyas piezas corroboran la riqueza expresiva y la visión orgánica del montaje.
Más que enigmas, los orfebres regalan placer al discursar con su propia creación, pues cada objeto es portador de una propuesta que conjuga diseño, concepto y destrezas.
En el caso de las mujeres, las joyas presentadas revisten de sutileza la intimidad de objetos cotidianos. Marlen Piloto, profesora de joyería de la Academia de San Alejandro, armoniza materiales y formas que exaltan la fragilidad y lo legítimo de dichos objetos. Mientras, Mayelin Guevara factura piezas modulares de gran atractivo y nivel estético mediante el empleo de formas geométricas con diseños recientes. Grethell Rasúa recicla objetos desechables que apuestan por la expresividad e infieren lo cuestionable del valor estético, en tanto reafirman la identidad con joyas personalizadas.
La libélula, de Eduardo Núñez recuerda la modernidad de sus diseños, afines a la poética minimalista, en sintonía también con las piezas del orfebre y pintor Héctor Montaner, que potencia lo estético sobre lo funcional desde la geometrización de las formas, unido a la simplicidad y el sentido escultórico de sus trabajos.
La proyección escultórica y la maestría del diseño gravitan en las obras de Jorge Gil y de Raúl Valladares. El primero trabaja preferentemente el titanio, cuya apariencia le permite elevar la belleza y el imaginario escultórico. En Valladares el escultor juega con la expresividad artístico-utilitaria de la joyería a través de materiales que aportan color y transparencia, mientras enriquecen y equilibran el diseño de la pequeña creación.
La magia de Yaniel Rodríguez resalta en la factura técnica del acabado. En sus manos el metal se pliega a los caprichos de las formas y los tejidos que seducen a los visitantes, incapaces de deslindar entre una joya, una escultura o un objeto que, por cotidiano, se nos antoja distinto e invita a su adquisición.