LA HABANA, Cuba, enero (173.203.82.38) – El barrio La Aldea se levanta en la periferia de la ciudad, en el corazón de Romerillo. El pasado 19 de enero se estremeció a las seis de la tarde, cuando apareció muerta, a machetazos, en Quinta B y 96, una joven llamada Celita. El asesino es un individuo apodado “el mancha”, que se encontraba en libertad condicional, y cumplía una condena de veinte años por el asesinato de otra mujer en 2001.
Celita era la hija menor de Luisa “batallón” que, según se dice, tuvo ocho hijos con miembros de la unidad militar que acampaba cerca de su casa hace unos años. Hoy se levanta allí la fábrica de cerveza Bucanero. Cuando Celita creció, la madre le cedió un cuarto de la casa que la muchacha fue arreglando poco a poco, con la ayuda de sus novios: albañiles, carpinteros y plomeros del contingente Blas Roca. Cuando los hombres concluían su trabajo Celita los echaba de la casa.
Pero encontró un hueso duro de roer en “el mancha”, que luego de comprar varias cajas de losas y ponerle el piso al cuarto de la segunda planta, Celita le dijo que “fuera echando”. El criminal la esperó agazapado detrás de un contenedor de basura y le propinó siete machetazos; el primero le abrió el cráneo en dos. Una testigo afirma que la muchacha no dijo ni ¡ay!. Los peritos aseguran que los otros seis machetazos sobraban.
Cuentan los vecinos que el asesino se sentó en el contén con el machete entre las piernas, a esperar que llegara la policía, repitiendo una y otra vez que de él no se burlaba ninguna mujer.
En La Aldea abundan los crímenes pasionales y los homicidios por causa del juego. También hay muertes como la de Agustín, que al emborracharse le pegaba a su madre, y una otra noche su hermana Maritza le dio candela mientras dormía.
La mujer de Felo, el taxista, se envolvió en llamas por celos, durante la fiesta de año nuevo. Caminó como una antorcha encendida una cuadra, antes de caer muerta en medio de la calle. También aparecen a menudo ahorcados, y mujeres envenenadas.
Las armas de fuego se acabaron en La Aldea en 996, cuando una madrugada que pasaban los autos de Fidel Castro por Quinta avenida, y Pititi, Tonyto, Cacato y el guajiro se fajaron a tiro limpio, como personajes de una película de vaqueros.