LA HABANA, Cuba, octubre, 173.203.82.38 -Cuando se camina por las calles de La Habana, es fácil tropezar con grupos de gente socializando en las esquinas. Los que habitualmente se reúnen son los “inadaptados o los peligrosos”, aquellos que por lo general no obedecen los rígidos dictados del gobierno: no trabajan, no participan en las organizaciones ni en las actividades políticas, siguen sus propias reglas de conducta y les importa poco o nada el “big brother” o el chivato del CDR.
La vida social se ha enrarecido en esta ciudad, en parte, por la tangible división de los habaneros en dos clases: los muy pobres, que son la mayoría, y los acomodados, que están en el poder o son sus parientes y protegidos. En la agudización de tal enrarecimiento también ha hecho lo suyo la doble moneda en circulación. Lo anterior ha causado que un sector de la juventud deambule por la calles como bala perdida, a la caza del cuc (divisas).
También incide significativamente la vagancia, dada por la falta de perspectivas que brinda el trabajo en una sociedad donde los que menos ganan son aquellos que tienen un empleo formal.
No es extraño entonces que una capa notable de la población se haya ido degenerando a lo largo de cinco décadas de régimen totalitario, a tal punto que hoy constituye cantera de delincuentes, rateros, vagos…o simples borrachos “filósofos de esquina”.
A cualquier hora, especialmente en horarios laborables, en las esquinas habaneras se puede encontrar a muchas personas echando un partido de dominó, animado por grandes dosis de ron peleón. Allí se tramita todo tipo de negocios relacionados con el mercado negro. Se trafica con todo lo humano y divino que puede haber en la ciudad. Y se especula en torno a las más crudas y alucinantes informaciones, casi siempre referidas al régimen y sus desmadres.
También se puede ver a grupos de jóvenes inquietos, a los que sobran energías y faltan esperanzas. Algunos se dedican a jugar fútbol, como si las calles, a pesar del tráfico de vehículos, fueran un estadio. Otro de los deportes que se practica es el baloncesto, o la mal traída “pelota” (béisbol), en una variante muy rústica.
Se ven depositadas en las esquinas las ofrendas a Eleggua, el niño Dios que abre los caminos, según la santería cubana. A él le ofrecen bolsitas llenas de caramelos, dulces, merengues. También se ven envoltorios con ofrendas a otras deidades afrocubanas, que pueden contener animales muertos, frutas, muñecos con agujas en el corazón, sangre… Los habaneros, hasta los que se dicen no creyentes, ponen mucho cuidado para no pisar semejantes envoltorios, pues temen pescar un “osorbo” (desgracia, mala suerte).
Hay barrios en los que las esquinas también son puntos de encuentros para los muchos jóvenes que se dedican a la prostitución. Te puedes encontrar manadas de chicos y chicas buscando donde pasar un buen rato, en los alrededores de los “DiTu” (curiosos quioscos estatales de comida rápida para pobres con cuc), o cerca de los restaurantes y otros negocios particulares.
Las esquinas donde hay bodegas, carnicerías o farmacias -de donde salen los frustrados clients que no encuentran lo que necesitan- son puntos ideales para la reventa de todo lo que pueda ser vendido por el doble de su precio oficial: medicinas en falta, alcohol, antibióticos y un largo etc. También por los alrededores de las bodegas suelen estar al acecho los “mecaniqueros” y vendedores ambulantes, con sus ofertas, carritos y carretones.
En las esquinas también se acumulan escombros, aguas albañales y todos los desperdicios que la población tira a la calle con la ilusa esperanza de que sean recogidos por los trabajadores de Comunales (recogida de basura).
No obstante, las esquinas siguen siendo lugares de intercambio social para aquellas personas que tienen pocas opciones de crecimiento o recreación. Son fuente de retroalimentación social y cultural, donde se generan incontables ideas, ya sea para bien o para mal, a favor o en detrimento de la sociedad.