CIENFUEGOS, Cuba, diciembre, 173.203.82.38 -Mi héroe favorito no es un personaje extraído de los dibujos animados o de algún largometraje de Hollywood, mucho menos de los que han sido mitificados por los medios oficiales en Cuba. Mi héroe es de carne y hueso.
Nunca buscó el protagonismo, ni se destacó por las grandes hazañas. Ni siquiera es consciente del valor que veo en él. Su rutina diaria es la de un niño. Porque Luís Miguel González Pavón, mi héroe, es un niño.
Nació 14 años atrás en pleno Periodo Especial (etapa de gran crisis para la economía cubana). No conoce lo que es un día de reyes; sus juguetes son un guante roto de pelotero, unas bolas de cristal carcomidas y un cometa que, dice, volará cuando consiga el hilo.
Su leyenda personal comenzó el día en que su padre, ex oficial del ejército cubano, descubrió que el sistema político que defendía era un fraude, y se propuso reparar el error, sumándose a las filas de la oposición pacífica.
Desde entonces la vida del niño comenzó a cambiar. Vio como a su progenitor lo reprimieron por el solo hecho de atreverse a pensar con cabeza propia, romper el silencio ovejuno que exhiben los que han hecho un arte de la doble cara, y denunciar con voz firme y fuerte lo que otros no se atreven a denunciar.
La primera hazaña de mi héroe se remonta un año atrás, cuando su maestra, en forma descompuesta, le espetó que su padre era un hombre que se dedicaba a hacer mal a la sociedad.
Como movido por una fuerza interna que no pudo ni quiso controlar, respondió con gallardía a la denigradora: “Mi padre es el mejor de los padres y nunca le ha hecho mal a nadie”. Tal ímpetu acompañó al niño en su rebeldía, que la maestra optó por callar.
Poco tiempo después sobrevendría la segunda prueba, esta vez más severa. Encontrándose solo en casa, las turbas paramilitares se aglutinaron frente al apartamento para gritarle epítetos al autor de sus días.
Cuando de los altoparlantes comenzaron a aflorar las viles ofensas, Luismi -que es así como le llama su padre- se asomó al balcón y a puro golpe de garganta, respondió una por una cada una de las ofensas, sin que el miedo por la superioridad numérica de los ofensores le hiciera callar. La última vez que supe de él le habían apedreado unos jóvenes vecinos que, instigados por sus padres comunistas, se han encargado de construirle su propio vía crucis.
Además, supe que la única guagua que podía tomar para ir a la escuela le ha cerrado las puertas, por pertenecer a una unidad militar. Así que debe caminar kilómetros para poder estudiar.
Luis no se queja, y aun cuando ya no puede jugar con sus compañeritos, nada le reprocha a su padre. Está consciente que denunciar lo corrupto y lo abusivo, es lo correcto. Y que sólo por medio del sufrimiento y la renuncia del bien personal de individuos tan especiales como él y su papá, este pueblo algún día recobrará su libertad.