LA HABANA, Cuba, enero, 173.203.82.38 -El 14 de enero se cumple medio siglo de que el beisbol inició una nueva historia en Cuba con el nacimiento de las Series Nacionales amateurs, con las que el gobierno revolucionario, a partir de ese momento regente único y plenipotenciario del pasatiempo nacional, pretendió enterrar en el olvido las glorias y grandezas de varias décadas de pujante pelota profesional.
A partir de aquella tarde de 1962 se dobló la última página de una historia que había tenido estrellas y héroes excepcionales como José de la Caridad Méndez “El diamante negro”, Alejandro Oms, Miguel Ángel González Cordero, Adolfo Luque, Fermín Guerra, Camilo Pascual, Agapito Mayor, Pedro Formental, Martín Dihigo, Orestes “Mini” Miñoso, Willie Miranda, Héctor Rodríguez, Roberto Ortiz, Conrado Marrero y tantos otros que harían interminable esta lista de hombres de origen generalmente humilde que con talento y entrega pusieron el nombre del beisbol cubano bien alto en escenarios nacionales y foráneos.
Llama poderosamente la atención como al hacer referencia al hecho en los medios de difusión nacional varios comentaristas especializados e incluso algún protagonista de aquel momento reiteraron como una necesidad u objetivo de la naciente pelota “revolucionaria” era que los aficionados olvidaran a las luminarias de la suprimida Liga Profesional Cubana.
Al nacer el nuevo torneo nacional la pasión por la pelota no murió, en realidad los nuevos y desconocidos jugadores mostraron el talento, la entrega y el amor a la camiseta que mantuvo los estadios llenos y la motivación intacta. Con el tiempo todas las provincias del país tuvieron representación en la Serie Nacional, la afición respaldó con entusiasmo incluso los encuentros de inferior categoría como las series provinciales y sobre todo fueron surgiendo las figuras que volvieron a tejer la leyenda.
A lo largo de estas décadas se inscribieron con letras de oro en los anales del beisbol nacional nombres como los de Manuel Alarcón, Miguel Cuevas, los hermanos Wilfredo y Fernando Sánchez, Agustín Marquetti, José Antonio Huelga, Santiago “Changa” Mederos, Braudilio Vinent, Orlando “el Duque” Hernández, Antonio Muñoz, Rey Vicente Anglada, Pedro José “Cheito” Rodríguez, Víctor Mesa, Antonio Pacheco, Germán Mesa u Orestes Kindelan, quienes junto a muchas otras estrellas han escrito la historia que ha llegado al medio siglo.
Una larga cadena de éxitos en la arena internacional tejió el beisbol cubano, que por tres décadas afianzó su hegemonía en los torneos de la categoría amateurs. Sin reparar en que Cuba competía en esos certámenes, con toda su tradición y sus mejores atletas, frente a jugadores universitarios o verdaderamente amateurs, aficionados y funcionarios nos llenamos de vanidad y orgullo por los veinte cinco campeonatos mundiales, tres juegos olímpicos, y otras tantas victorias.
A partir de la década de los 90 dos hechos significativos provocaron un cambio esencial en la dinámica de la pelota cubana. La admisión de los profesionales a los torneos internacionales subió el techo del beisbol internacional e hizo mucho más real la confrontación atlética. Por otra parte, en 1991, el lanzador capitalino René Arocha inició la larga lista de jugadores que han abandonado el país para mostrar su talento y buscar el éxito en los circuitos profesionales del emocionante deporte.
En estos veinte años figuras como Livan Hernández, Rolando Arrojo, Orlando “el Duque” Hernández, Kendry Morales, Yuniesky Betancourt, Reynaldo Ordoñez, José Ariel Contreras, Alexei Ramírez yAroldis Champan han abandonado las series nacionales para brillar en las ligas mayores de los Estados Unidos.
En los últimos años la calidad del beisbol cubano se ha resentido sensiblemente, lo cual encuentra reflejo en los resultados internacionales. Desde 2006 les ha resultado prácticamente imposible a las representaciones nacionales acariciar la victoria en eventos de máximo nivel.
Las autoridades cubanas se empeñan en mantener al beisbol cubano apartado del ambiente de fogueo e interrelación competitiva que ha impulsado el desarrollo del centenario deporte alrededor del mundo, fogueo que ha llevado a naciones sin tradición, como Holanda, a ganar inobjetablemente el último campeonato mundial, venciendo en dos ocasiones al representativo nacional.
Estadios vacíos en el torneo élite, ostensibles deficiencias técnicas en todos los renglones de juego ante los retos internacionales, éxodo permanente de figuras establecidas y talentosos prospectos, y sobre todo la reticencia de las autoridades para hacer los cambios que necesita con urgencia la pelota cubana, han ensombrecido una conmemoración que no puede ser de ninguna manera feliz porque, al igual que todas nuestras familias, la familia del beisbol cubano está dividida y el pasatiempo nacional en franca crisis.
En días pasados comentaristas especializados llamaban la atención sobre el hecho de que ya muchos jóvenes cubanos demuestran mayor preferencia por el futbol que por el deporte nacional.
Como tantas otras cosas la pelota cubana se deshace entre nuestras manos mientras las autoridades no demuestran voluntad de hacer los cambios necesarios para que renazca la principal fiesta del deporte nacional y la pasión de los cubanos no muera definitivamente.