PUERTO PADRE, Cuba, noviembre (173.203.82.38) – Las aguas negras corren por las calles ahuecadas de la ciudad. Ya los Juegos Panamericanos son historia y, apartada la mirada del televisor, se nos ocurre comparar nuestras calles con las de Guadalajara.
Pasada una década del siglo XXI, surge una pregunta: ¿Cómo con tantos huecos en las calles se lograron tantas medallas? Abandonada la tierra fértil de la nación, desmantelados los centrales azucareros, incluso incapaces de producir lo que consumimos, otra vez los cubanos acabamos de ganar el segundo lugar de los Juegos Panamericanos.
Poco más de 6 mil deportistas de 42 países se reunieron en Guadalajara. Pero si con 300 millones de habitantes y un desarrollo tecnológico incomparable, Estados Unidos alcanzó el primer lugar con 92 medallas de oro, Cuba, con apenas 12 millones de habitantes, donde apenas hay que comer, consiguió 58 medallas de oro. 12 más que Brasil, 16 más que México, 29 más que Canadá, 34 más que Colombia, y 37 más que Argentina.
Cómo Cuba obtiene mejores resultados deportivos con recursos económicos limitados y una población pequeña con relación a países como Brasil, pareciera un enigma, si ya en 1945, en ocasión de las celebraciones de la victoria sobre el fascismo, en la Plaza Roja de Moscú, Stalin no hubiera revelado la fórmula al general Eisenhower
Según Stalin, los fusiles, las coreografías y las prácticas deportivas son los tres elementos principales para mantener a las masas en perenne estado de euforia y movilización.
El totalitarismo en Cuba tuvo suficientes ingredientes, y resulta obvio, por eso, que surjan más campeones en nuestra isla, como medio de escalar podios internacionales.
Al anunciarse los juegos Panamericanos, los organizadores proclamaron: Bienvenidos a los juegos de la unidad, la solidaridad y la paz
Y al concluir el certamen el pasado domingo, al dar las gracias al pueblo y las autoridades de Guadalajara por su hospitalidad, el presidente de la organización deportiva panamericana, Mario Vázquez Raña, dijo: “Ustedes fortalecieron los juegos para todos”.
De principio a fin erraban las autoridades deportivas al afirmar que entre los atletas cubanos no había uno solo que pensara diferente al régimen.
Para esta delegación, como ha sucedido con todas, Cuba congregó a sus deportistas como si estuvieran forzados a remar en una galera. Quien piense que son exageraciones, pregúntese qué ciudadano cubano, qué atleta puede viajar por su cuenta o a dónde le plazca. O si concluidos sus compromisos en el equipo patrio, cuál de ellos puede irse a jugar en otro país y con el equipo que mejor le convenga.
En Cuba el gobierno invierte en el deporte y los deportistas como cualquier propietario rural en un rebaño, sólo que este es un propietario con intereses políticos más allá de sus linderos, y mientras más trofeos obtengan sus ejemplares, mayor credibilidad tendrá su modelo político.
Bajo este concepto, entre los deportistas cubanos no se encontrará a ningún opositor. Lo que hace de las instituciones deportivas cubanas embajadas del régimen, algo así como unidades del Ministerio del Interior.
El artículo 52 de la Constitución dice que en Cuba todos tienen derecho a la educación física, al deporte y la recreación, pero esto es papel mojado. En Guadalajara los deportistas cubanos ganaron cuatro medallas de oro en canotaje, tres en remo y una en tiro; pero contraviniendo la Declaración Universal de Derechos Humanos, y a la propia Constitución, en Cuba existen regulaciones legales estrechas, y mientras se mantengan vigentes, antes de que un disidente cubano monte una canoa, empuñe un remo, o toque una escopeta, primero ascenderá a la luna un chimpancé en una nave espacial. Entre calles ahuecadas y corrientes de aguas negras, así funciona el deporte en Cuba.