LA HABANA, Cuba, enero (173.203.82.38) – El muchacho parado en la esquina espera por clientes que andan buscando sexo, pero no será él quien complazca a los hombres.
Es la nueva estrategia que usan las “matadoras de jugadas”, como se les conoce, para conseguir clientes. Buscan jóvenes altos, bien parecidos, que llamen la atención, capaces de conseguirles clientela y, también de cuidarlas de algún que otro cliente que no quiera pagar.
Hace unos años era común encontrar en cualquier esquina habanera, lo mismo en la calle Monte que en la Quinta Avenida, hermosas mujeres buscándose el sustento. Hoy, apenas se ven, pocas se arriesgan porque la policía las persigue y las arresta, si las ve. Muchas de ellas son jóvenes que vienen de la zona oriental, atraídas por la mayor cantidad de turistas que hay en La Habana, para mejorar sus condiciones de vida y mantener a sus familias que quedan atrás.
Ahora tendrán más competencia local; en la capital, debido a los masivos despidos de trabajadores que el gobierno ejecuta a marcha redoblada, muchas jóvenes desempleadas han comenzado a engrosar las filas de las consagradas al oficio más antiguo. De hecho ha aparecido una nueva modalidad de “empresas privadas”, las chicas no están en la calle, hay ya varios “puntos” (burdeles) donde el cliente puede tener sexo con jóvenes, y no tan jóvenes. El cliente debe venir recomendado, ser confiable y discreto, y encontrará lo que quiera. Lo mismo dúos que tríos. Siempre que pague por adelantado, la satisfacción está garantizada.
Con el triunfo de la revolución de 1959, se dijo que había desaparecido la prostitución; supuestamente se crearía “un hombre nuevo” y el puritano régimen erradicaría todos los vicios del pasado. La revolución y la Federación de Mujeres Cubanas convertirían a las prostitutas en revolucionarias trabajadoras federadas.
Con el periodo especial y el incremento del turismo en la década del 90, regresó con renovada fuerza la prostitución, sobre todo -aunque no exclusivamente- entre las mujeres. Las “jineteras” se pusieron de moda en aquellos años, para muchos, hasta cumplían la función social de “apoyar el turismo”, porque en Cuba no queda ya mucho que mostrarle a los turistas. Algunas se hicieron “ricas”, gracias al dinero de los “yumas” y las más inteligentes y exitosas, a la primera oportunidad se marcharon al extranjero de la mano de cualquier príncipe azul de la tercera edad.
Las que no se fueron, son atacadas por el Estado que las ha obligado a esconderse y buscar otras alternativas de marketing. La cosa se ha puesto fea y hay que buscar el billete, como sea y a cualquier hora. A veces bajo la apariencia de una oficinista o una profesora.
Lo cierto es que las prostitutas siguen proliferando, y parecen dispuestas a defender su negocio. El chulo, apostado en la esquina, con vista de águila y mente de psicólogo, es hábil para detectar a los que buscan “matar una jugada” y adquiere ahora mayor relevancia en la floreciente industria que adopta nuevos modelos. El precio es barato; seis o doce dólares. Tenemos las prostitutas más baratas y educadas del mundo (hasta el Comandante lo ha dicho).
Nada puede fallar, al menor error la policía aparece y echa a perder el negocio, para que así sea están los buenos chulos, que se han vuelto indispensables.