LA HABANA, Cuba, diciembre, 173.203.82.38 -Después de muchos meses de propaganda y declaraciones rimbombantes, se efectuó una Cumbre de los 33 países integrantes del área para crear la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), en Caracas, los días 2 y 3 de diciembre pasados. En los exaltados discursos de los presidentes del ALBA se definió esta reunión como la más importante de la región en los últimos 200 años.
Según estos personajes, es un hito que marcará un proceso de integración, alejado de influencias extrañas, en clara alusión a Estados Unidos y Canadá, y contra la Organización de los Estados Americanos, que durante décadas ha coordinado, con éxitos y fracasos, los asuntos regionales. En las intervenciones de los distintos mandatarios, se pudo apreciar con nitidez la diferencia de opinión sobre el destino de esa institución, en particular entre Venezuela, Cuba, Ecuador, Bolivia y Nicaragua, agrupados en el ALBA, y los demás que, con matices, difieren de las posiciones extremas de aquellos.
La pretensión de separar las naciones al sur del Río Grande respecto a Estados Unidos y Canadá es absurda e injustificada. En el primero reside una comunidad de origen hispano, mayoritariamente latinoamericana, de más de 50 millones de personas, que a mediados de siglo podría acercarse a los 150 millones, con un poder económico posiblemente superior al de cualquier país del área, quizás con la exclusión de Brasil. Al mismo tiempo, constituye el gran socio actual de los países de América Latina y el Caribe, empezando por Venezuela, tanto en el comercio como en las inversiones, y sólo por el envío de las remesas es determinante en las economías de países como México, la mayoría de los centroamericanos y caribeños, incluyendo Cuba.
En los últimos tiempos se habla de China como socio importante de la región, lo cual indudablemente es cierto y debe considerarse para el futuro, pero hay que tener en cuenta que ha sido fundamentalmente comprador de materias primas, en momentos cuando han mantenido precios muy elevados, lo cual podría cambiar. Por otra parte, las inversiones chinas en el área han estado destinadas al desarrollo de la producción de materias primas básicas, que si bien ha influido en el crecimiento, no ha servido en general para hacer progresar los sectores generadores de productos y servicios de alto valor agregado. Debe puntualizarse que, aunque los planes originales del Área de Libre Comercio para las Américas (ALCA) afrontaron percances, la concreción de sus ideas centrales ha continuado avanzando por la vía de acuerdos bilaterales de libre comercio. Todos los países ribereños con el Mar Pacífico, con excepción del dolarizado Ecuador, poseen esos nexos.
Esto crea una difícil situación para las naciones que no tienen esos acuerdos, al estar en desventaja para exportar sus productos al gran mercado estadounidense, así como recibir inversiones y tecnología del país más rico y avanzado del planeta. Esta situación se agudizará a medida en que los acuerdos de libre comercio progresen. Por supuesto, esto no significa que no sean útiles los acuerdos regionales y subregionales para promover la integración y coordinar políticas para fortalecer la posición negociadora con Estados Unidos, Europa y otras áreas. Sin embargo, tratar de utilizarlos como armas contra Estados Unidos y Canadá resulta contraproducente.
A su vez América Latina afronta serios problemas sociales, con las mayores diferencias de ingreso e índices de corrupción del planeta. Venezuela, donde se realizó el conclave para fundar la CELAC, de acuerdo con la organización Transparencia Internacional ocupa desde hace años uno de los últimos lugares del mundo en materia de corrupción (164 en 2010), en una peor posición que naciones como Nicaragua y Ecuador (ambas con el lugar 127), Honduras (134) y Paraguay y Haití (ambas con 146). Por consiguiente, no sólo desde el punto de vista económico podrían tomarse experiencias de países que ahora algunos pretenden desdeñar. Canadá tiene uno de los primeros lugares por su Índice de Desarrollo Humano (6 en 2011), con un aceptable coeficiente de Gini de ingresos de 32.6, bien distante de las inequidad presente en América Latina y el Caribe. Es el resultado de mantener una gran estabilidad política, alto nivel de democracia, y una apreciable asistencia social destinada a ofrecer oportunidades a todos los ciudadanos.
En América Latina ha llegado el tiempo de ser más responsables con los juicios y apreciaciones, y no seguir echando la culpa a los demás de las deficiencias. Los orígenes de los serios problemas del subcontinente y sus ínsulas están en una crónica carencia de civismo, la persistencia de la demagogia y el caudillismo, en la superficialidad y la falta de constancia, entre otros males que han llevado a niveles increíbles de pobreza, desigualdad e ignorancia en países dotados por la naturaleza de fabulosas recursos.
Se requiere mirarse más por dentro y comprender que los problemas más graves son propios; no provienen del exterior. Por supuesto, si la casa de alguien está en desorden y la falta de ética abunda, siempre habrá alguien de afuera que se aproveche de la situación. Pero los principales culpables son quienes permiten ese desorden y corruptela. Hoy, como nunca antes, el pensamiento del gran patriota y hombre de letras cubano, Manuel Márquez Sterling tienen validez: “Opongamos a la injerencia externa, la virtud propia”. Si eso no se cumple, poco se podrá hacer con la creación de organizaciones regionales, que por ciento, ya son demasiadas, costosas y por lo regular inoperantes.