LA HABANA, Cuba, mayo, 173.203.82.38 -No olvido algo que me ocurrió en los años noventa, cuando varias personas, mientras observaban la estatua de José Martí, en el Parque Central de La Habana, se preguntaban por qué el Apóstol tenía el brazo derecho extendido al frente.
Unos alegaban que indicaba la dirección de su casa natal. Otros, simplemente que saludaba o se despedía con su mano. Siempre me he preguntado si aquellas personas me comprendieron, porque cuando me escucharon decir que, sin duda alguna, Martí señalaba con su dedo índice el mejor de los caminos: el camino de la libertad, se miraban entre sí.
Recordé esta anécdota cuando una vecina, que desfiló este Primero de Mayo en la Plaza de la Revolución, convocada por su centro laboral, me comentó que, a pesar de que la fecha estaba dedicada al aniversario 160 del natalicio del Apóstol, en las pancartas que se veían, Martí no era la figura cimera, sino Fidel Castro, Che Guevara y Hugo Chávez.
Recordar entonces la curiosa historia de la primera estatua de Martí, tal vez viene bien para saber cuánto ha sido ignorado, incomprendido, mal amado e injustamente manipulado por políticas caudillistas, fenómeno este que surgió en toda América Latina durante el siglo XIX, hasta convertirse muchas veces en crueles dictaduras.
Diez años después de la muerte de Martí, liberada Cuba del dominio español, un grupo de personalidades políticas presentaron el proyecto de erigir una estatua en el Parque Central, parecida a la Estatua de la Libertad, de Nueva York.
Más de doce figuras históricas fueron propuestas en la encuesta para representar la estatua. Entre ellas estaba Martí, quien resultó el ganador, con sólo 16 votos a su favor, emitidos entre las 105 personalidades patrióticas que se convocaron y 375 votos de la población, en aquellos momentos compuesta por más de dos millones de habitantes.
El propio Emilio Roig de Leuchsenring, historiador de la Ciudad de La Habana, al referirse a dicha encuesta, destacó en un artículo publicado en la Revista Carteles en 1939 cómo apenas 16 cubanos representativos comprendían y admiraban a Martí en 1905.
Contrario a lo que se dice, quienes lo conocemos bien, sabemos que Martí jamás hubiera sido autor intelectual de un horrible acto terrorista, ni querer un sólo partido para su pueblo, como dice el tirano, que fue extremadamente cuidadoso cuando hablaba o escribía sobre el gobierno y el pueblo de los Estados Unidos, donde vivió gran parte de su corta vida, cuánto elogió la modernidad de ese país, que mucho lo impresionó y al que llamó ¨casa hospitalaria de los oprimidos¨.
Por la magnitud de su obra escrita, por sus cualidades como hombre, por su oratoria brillante y por su intenso amor y gran fe en la libertad, José Martí bien pudiera haber venido de otro planeta, alguien que todavía los cubanos de ayer y de hoy no se merecen.