LA HABANA, Cuba, junio (173.203.82.38) – Durante junio se efectuaron plenos municipales ampliados y asambleas provinciales del Partido Comunista con el fin de hacer cumplir los acuerdos del VI Congreso, bajo el denominador común de orden, disciplina y exigencia enunciado por el General Raúl Castro, según informaron los medios cubanos.
A diferencia de las cinco décadas pasadas, en las reuniones no repartieron banderas por sobrecumplimiento. Han estado concentradas en los resultados de las entidades productivas locales, con muy pocos logros y muchas deficiencias. Indudablemente es un esfuerzo desesperado para lograr producir con calidad y eficiencia, a fin de obtener ganancias, sustituir importaciones y exportar. Pero se parte del mismo presupuesto de los 52 años anteriores: el PCC dicta las pautas, supervisa y controla.
El ser humano no ha llegado al nivel de desarrollo y conocimientos actuales por las arengas de sus jefes ni la represión, sino por el incentivo, consciente o inconsciente, de que obtendrá mayores beneficios económicos, políticos y sociales para él, su familia y su comunidad o país. Para lograrlo ha seguido jefes talentosos y emprendedores. El poder absoluto de un grupo con un solo partido, planificación centralizada y rechazo a las leyes del mercado, retornaron los pueblos al sometimiento y el oscurantismo de la Edad Media; el feudalismo reencarnó en el totalitarismo socialista. Cuba tiene el triste privilegio de poseer uno de esos pocos regímenes sobrevivientes, y ahogada por la crisis, atraviesa la difícil etapa de tránsito, con el agravante de que los “mismos” no pueden superarse a sí mismos, y se niegan a abrir paso al “Iluminismo”, al “Renacimiento”.
El proceso en marcha no supera la rutina de los conocidos altos cuadros con amenazas y arengas, reiterativas de consignas en las que nadie cree, como “hacer de la crítica y la autocrítica una práctica cotidiana” y “hay que combatir”, a veces modernizadas con las exigencias de que “ustedes tienen que hacer más y mejor”, y la poco original frase de “sí se puede”. Raúl Castro definió que el partido no puede suplantar las funciones del Estado, pues su poder descansa básicamente en su autoridad moral y sus orientaciones solo tienen carácter obligatorio para sus militantes, mientras el poder del Estado parte de su autoridad material, de la fuerza de las instituciones, encargadas de exigir a todos cumplir las normas jurídicas que emite.
La confusión de estos conceptos, decía en el Congreso, deteriora la autoridad del Estado y el Gobierno, pues los funcionarios dejan de sentirse responsables de sus decisiones. Sin embargo, en la Constitución de la Republica se define el PCC como “la fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado, que organiza y orienta los esfuerzos comunes hacia los altos fines de la construcción del socialismo y el avance hacia la sociedad comunista”.
Esto implica que a través de él se determina toda la vida de la nación, por encima del sistema jurídico que le obedece incondicionalmente.
En las actuales reuniones se habla de problemas increíbles para un productor privado de cualquier otro país, que depende de los resultados de su trabajo y los de sus empleados, basados en la productividad, la calidad y la gestión administrativa y de mercadeo, para su bienestar y progreso, así como los de la sociedad y la nación. Después del congreso no se han realizado análisis y modificaciones en los organismos centrales del Estado, provincias, municipios y empresas bajo la conducción de sus directivos, donde Raúl Castro dijo que el Partido estaría representado, pero que serían presididos por el dirigente administrativo: “La opinión de la organización partidista es valiosa, pero el factor que determina es el jefe, ya que debemos preservar y potenciar su autoridad, en armonía con el Partido”.
De las informaciones publicadas se desprende que los dirigentes y los trabajadores, a nivel de centros de trabajos, tienen la culpa de todos los problemas, incumplimientos y corrupción. Ni en el proceso de estudio de los Lineamientos, ni en el VI Congreso del Partido ni en los dos meses transcurridos se ha analizado las incapacidades, deficiencias y gestión de los máximos dirigentes administrativos, que también lo son partidistas en primera instancia.
Se refiere la vergüenza expresada por la administradora de una unidad de producción agropecuaria en Remedios, debido al rendimiento cañero de 28 toneladas por hectárea (el promedio mundial alcanza alrededor de 70), mientras se pretende ignorar el proceso de desmontaje de la industria azucarera, porque se adujo que los costos de producción eran superiores al nivel mundial y resultaba más rentable importar, en lugar de esforzarse por abaratarlos.
Esto ocasionó la destrucción de la antigua mayor azucarera del mundo. Los responsables continúan en sus altos cargos, fueron enrocados o “se cayeron para arriba”. Hoy el café racionado nuevamente se vende mezclado con chícharo, pues ese renglón de exportación desde hace años se importa gracias al deterioro de los cafetales y la pérdida de las prácticas laborales de siglos.
El ganado está supuestamente en fase de recuperación, como todo lo que se ha perdido aquí, y se reconoce que las muertes no solo se deben al hurto y sacrificio ilegal de las reses, sino a la escasez de alimento por no prepararse para la sequía. Los problemas se repiten en todos los sectores, desde la Antillana de Acero en La Habana hasta la incompleta construcción del acueducto de Guantánamo iniciado en 2000. ¿Por qué no existe contabilidad en muchas empresas presupuestadas, y en gran parte de las entidades no es confiable? ¿Por qué no hay contratos, o se incumplen los pocos existentes?
“Exigiendo, sin formalismos, con combatividad, encabezando la batalla con exigencia, control y ejemplo personal de cada militante” de los núcleos del partido, es poco probable que se resuelva el desastre nacional.
Mientras no se develen las verdades; las responsabilidades sean compartidas; se apliquen las leyes a todos, y los cubanos puedan realmente decidir su hoy y su mañana, todo el proceso continuará siendo una estéril hipocresía. Hasta que todos participen con sus ideas en la confrontación democrática y aprecien provecho personal y social como resultado de su trabajo, el peso del Partido continuará cayendo en el vacío y la simulación. El apetito del poder es tanto, que no pueden ver el verdadero pollo del arroz con pollo.