LA HABANA, Cuba, abril (173.203.82.38) – Uno de los personajes secundarios de la telenovela cubana de turno, es una alcohólica. Ser mujer, negra y alcohólica es mucho para un solo personaje, pero hablamos de una telenovela cubana.
Sin embargo, la realidad rebasa la ficción, como siempre, y el problema del alcoholismo en Cuba es más serio que lo mostrado por la novela. No hay cuadra, barrio, comunidad donde el alcoholismo no esté presente. Machismo y alcoholismo van del brazo y son las causas de muchas tragedias personales.
Corina falleció hace poco. Vivió casi toda su vida en un solar de la calle Jesús María en el municipio Habana Vieja. De profesión enfermera, cuando trabajaba en el hospital limitaba el consumo de alcohol a sus horas libres. Después que se jubiló, no hubo quien la detuviera. “Es preferible vivir borracha que loca, porque esta miseria en que se vive es para volver loca a cualquiera”, decía.
Manuel es un viejo enclenque y viudo que vive en la calle y duerme en el portal de una vecina, al lado de su propia casa. En su casa vive su hija, maestra. Los vecinos conocen su caso, es un bebedor inveterado y cotidiano hasta que cae en la inconsciencia. Trata de comunicarse en un lenguaje que nadie entiende ya. Averigüé sobre su caso y saqué en conclusión que sus dos hijos lo abandonaron a su suerte y siguieron adelante con sus vidas, debido a la imposibilidad de que renunciara al alcohol. Quizás, también temerosos de que el alcoholismo del padre destruyera sus propias vidas.
Ernestina era maestra, casada con el hombre que conoció cuando era una joven rubia y hermosa. Tuvo dos hijos, y en 1980 se dedicó a la peluquería en su casa, mientras trabajaba como maestra de cursos vespertinos. Reunió una buena cantidad de dinero y compró un auto. Gracias a pequeños negocios pudo reparar su casa y amoblarla con buen gusto y, según las posibilidades nacionales, hasta con cierto lujo.
No obstante, algo falló. Ella y el marido bebían para celebrar su felicidad y lo que comenzó como un modo de distraerse se convirtió en hábito con la consiguiente relajación de las relaciones. Él se buscó una amante, y empezó a golpear a Ernestina. Llegó el divorcio y el pleito por el auto y la casa. Llegaron a un nivel de violencia doméstica tal que sus propios hijos amenazaron con abandonarlos.
Hoy, Ernestina es una mujer depresiva, que ha atentado en tres ocasiones contra su vida mediante la ingestión de sicofármacos. Hospitalizaciones y tratamientos siquiátricos, no han servido de mucho. Perdió su belleza, y es ahora una mujer envejecida que sobrevive entre la depresión y la pérdida de la autoestima.
En Cuba, el alcoholismo, como en todas partes, es un problema de salud. El 45, 2% de la población mayor de 15 años consume bebidas alcohólicas. En los últimos quince años, el consumo inmoderado de alcohol se ha incrementado en la población entre 25 y 42 años. Grupo de edad en el que se encuentra el número mayor de bebedores problema.
El estrés y los factores genéticos y ambientales influyen directamente en el incremento del consumo. Aunque la venta de bebidas alcohólicas se ha restringido a menores de 18 años, la subcultura del machismo, empuja a los jóvenes a beber sin freno, porque les da representatividad en el grupo del que forman parte.