LA HABANA, Cuba, diciembre, 173.203.82.38 -Recientemente, comisarios de la cultura oficial montaron un show mediático por el asunto de las dos orquestas Riverside, la de Cuba y la de Miami. Fue tan beligerante la declaración al respecto del Instituto Cubano de la Música que pareció como si estuviese en peligro la soberanía sobre un trozo del territorio nacional.
Resulta que en Miami, el trompetista Mario del Monte y su hijo Mayito, ex integrantes de la Riverside exiliados en Estados Unidos, decidieron rearmar la orquesta. E inmediatamente, del lado de acá del estrecho de la Florida, rearmaron la orquesta con una veintena de nuevos integrantes, bajo la dirección de Raúl Nacianceno -sobrino de Alfonso Nacianceno, uno de sus fundadores en 1938- para que actuara en el Centro Internacional de Prensa, en La Habana, el viernes 23 de noviembre, y calzara con su presencia la declaración del Instituto Cubano de la Música.
En ambos casos he dicho rearmar –igual pudo ser refundar, un verbo de moda últimamente, pero en contextos más serios- porque como hacía tantos años que no se sabía de la Riverside, muchos pensábamos que ya no existía.
Pero no. Para convencer de que la Riverside todavía respira y está del lado de acá, el director del Instituto Cubano de la Música, Orlando Vistel anunció que la rearmada orquesta “está incluida en los planes de grabación de Producciones Colibrí para el año 2013”.
Si se tiene en cuenta lo difícil que es para los músicos cubanos que les graben un disco en su país, se comprenderá el interés del gobierno cubano en este asunto de las dos Riverside.
La orquesta, dicho sea de paso, no grababa hacía cuatro décadas, desde los tiempos en que solo existía la firma Areíto, y había que hacer cola, tener amistades y relaciones y acumular méritos de todo tipo, sobre todo políticos, para ser tomados en consideración por la Empresa de Grabaciones y Ediciones Musicales (EGREM).
Tanta importancia parece revestir el asunto de las dos Riverside que Orlando Vistel se apartó de la cruzada que ha desatado el Instituto Cubano de la Música contra el abominable reguetón, para presentarse en el Centro Internacional de Prensa, leer la beligerante declaración y contestar las preguntas de los periodistas.
Vistel, habitualmente esquivo y despótico con los músicos cubanos que no sean Juan Formel, Silvio Rodríguez o Chucho Valdés, en esta ocasión acudió personalmente y no encomendó a su secretaria o cualquier tracatán que saliera al teléfono de su oficina y dijera que no se encontraba en La Habana o que estaba reunido.
Vistel acusó a los músicos de la Riverside de allá de “usurpar y desnaturalizar un símbolo del patrimonio sonoro nacional”. Pero es evidente que el escándalo es porque se trata de exiliados de Miami.
Solo un tribunal puede decidir quien tiene la razón, si los ex integrantes de allá, los del Monte, o el de aquí, Nacianceno. Pero Vistel prácticamente descartó un proceso jurídico. Siempre tan atento al negocio, advirtió que sería demasiado costoso.
Recuerdo que hace años hubo una disputa entre Roger Waters y David Gilmour por el nombre de Pink Floyd. Algo similar pasó con Yes y Creedence Clearwater Revival. Ha habido muchos casos más. Y todos se han resuelto en los tribunales. Pero en el caso de las dos Riverside, es más conveniente politizar la cuestión y hacer bastante bulla, a pesar de las declaradas intenciones del régimen de normalizar las relaciones con la emigración. Y uno no sabe si reírse o apenarse por este nuevo sainete de una nación dividida.