LA HABANA, Cuba, noviembre (173.203.82.38) – Si nos remitimos al discurso tradicional de los gobernantes cubanos, la propiedad privada es poco menos que un sacrilegio, pues siempre han expresado que los propietarios de los medios de producción se enriquecen a costa de la explotación del resto de la sociedad. Si en los últimos tiempos han permitido la existencia de pequeños negocios privados, no tengo dudas de que ello no es más que una táctica para mantener el régimen a flote, y no una estrategia de desarrollo económico.
Pero más allá de la propiedad sobre las fábricas, las tierras, el transporte, el comercio y los servicios, subsiste una vertiente del quehacer nacional donde el oficialismo muestra que no piensa ceder el más mínimo espacio: la información.
Conocidas son las acciones para evitar que la libre información llegue a las masas: restricciones al servicio de Internet, interferencias a Radio y TV Martí, persecución a los dueños de antenas parabólicas, hostigamiento a la prensa independiente, así como el mantenimiento del programa Mesa Redonda para que las noticias lleguen a los ciudadanos interpretadas de acuerdo con el punto de vista gubernamental. Incluso hasta un medio de difusión chavista, como el canal televisivo Telesur, pasa por la censura.
Un capítulo reciente de este control totalitario de la información lo vimos durante la celebración de la Copa Mundial de Béisbol en Panamá. Los periodistas cubanos que cubrían el evento no perdieron la oportunidad de mostrar lo bien informados que estaban acerca del béisbol de Grandes Ligas, y de los campeonatos invernales de Puerto Rico, República Dominicana y otras naciones del área.
Conocían con lujo de detalles las características de los equipos donde jugaban los peloteros que se enfrentaban a los cubanos. Paradójicamente, estos periodistas son de los poquísimos cubanos que tienen información al respecto; aprovechan las facilidades a su alcance para acceder a una información que se le niega al resto del pueblo, ansioso por conocer sobre el mejor béisbol del mundo y del desempeño en esas ligas de los peloteros cubanos que han marchado al exilio.
En ese contexto se inscribe el show montado por el periodista Aurelio Prieto en República Dominicana. Prieto conduce en la televisión cubana el programa Confesiones de grandes, un espacio al que acuden figuras estelares del mundo deportivo para comentar aspectos de sus vidas que interesan a los aficionados.
Tal vez para congraciarse con los televidentes dominicanos, Prieto aprovechó una visita a ese país para grabar uno de sus programas con el otrora estelar pitcher de Grandes Ligas, Juan Marichal, como invitado. Cuando el programa fue transmitido por la televisión cubana, los televidentes criollos se sintieron burlados, al ver a Prieto hablando con tanta familiaridad y conocimiento sobre un pelotero del que muy poco o nada se sabe en Cuba, debido a la censura informativa que siempre ha rodeado la pelota de grandes ligas en el país desde que el gobierno comunista se adueño de todos los medios de difusión, a principios de la década del 60. Sin dudas, el programa del señor Prieto rozó el cinismo.