LA HABANA, Cuba, agosto, 173.203.82.38 -Una columna de inspectores escolares invadió las escuelas en toda Cuba, el pasado lunes 27 de agosto. Los docentes y demás trabajadores del sistema de educación se reincorporaron después de un período de vacaciones en el verano. La bienvenida en las escuelas consiste en una inspección que muy poco o nada tiene que ver con la preparación para la buena enseñanza.
El objetivo de estos inspectores escolares se restringe a chequear la reincorporación de los docentes a las tareas determinadas por los jefes de la educación, y, sobre todo, a impartir las nuevas directivas de interés político que la burocracia ha trazado para el nuevo curso.
Estos funcionarios, provistos todos de una agenda debajo del brazo, la abren y comienzan a “bajar las orientaciones” que sus superiores les han dado, luego de recibirlas ellos de otros superiores instalados a un nivel más alto. Ni los directores escolares ni los maestros de cada escuela pueden decidir qué hacen, ni cómo actúan, de acuerdo con las necesidades reales del alumnado y sus planteles.
Los docentes y otros empleados de la educación empiezan a trabajar una semana antes del inicio de las clases. Pero la primera tarea es limpiar las aulas y el mobiliario de las escuelas, abandonadas al polvo durante las vacaciones.
En muchos casos los maestros tienen que llevar los instrumentos de limpieza desde sus casas, porque en las escuelas no existen. Igual sucede con las herramientas y enseres necesarios para realizar cualquier tipo de arreglo o tarea de embellecimiento.
Después de cubrir su primera función como mozos de limpieza, los profesores se ocupan en tomar nota de los numerosos planes de encuentros para el trabajo metodológico y de las incontables reuniones que se proyectan para el curso escolar, destinadas, según los burócratas, a elevar la calidad y el rendimiento de la enseñanza.
Algo en lo que insisten los inspectores escolares es en la “importancia” de los matutinos escolares, especie de asambleas a las que someten a los niños, diariamente, antes de entrar a las aulas, para propinarles el primer bombardeo político del día.
Según las más altas autoridades del país, la tarea primordial de los educadores consiste en inculcarles a los educandos la ideología oficial (y su muy amañada interpretación de la historia), mediante un adoctrinamiento intensivo, a lo largo de toda la vida escolar.
Incluso, cuando un estudiante solicita una matrícula en un nivel medio superior o superior, es entrevistado o sometido a una prueba de conocimientos “políticos”, los cuales proporcionan o no el pase de incorporación a la nueva etapa académica.
Justo para controlar esta sistemática deformación del criterio de los cubanos, desde su más tierna edad, están los inspectores escolares, una suerte de mayorales de la educación, que parecen desconocer por completo los verdaderos problemas y necesidades del proceso educativo en cada centro. Tampoco tienen por qué conocerlos, puesto que no se les exige entre sus objetivos de trabajo. Basta que cumplan con las directivas “de arriba”, destinadas a imponer una política que se diseña para encerrar las mentes y los cuerpos de los educandos dentro del marco ideológico de la dictadura.