LA HABANA, Cuba, febrero (173.203.82.38) – Adquirir un libro escrito por Leonardo Padura es algo incierto para cientos de cubanos que siguen las pesquisas criminales de su personaje, el policía Mario Conde. Los seiscientos lectores que abarrotaron desde temprano la sala Nicolás Guillén y sus alrededores, en San Carlos de La Cabaña, así lo confirman.
Pero esta vez el libro no trataba de un buscador de asesinos o corruptos, dentro del ciclo de novelas Las cuatro estaciones, escritas por Padura entre 1990 y 1997, y que integran Pasado perfecto, Vientos de cuaresma, Máscaras y Paisaje de otoño. Tampoco del que anduvo detrás de La cola de la serpiente para descubrir un crimen cometido en un cuartucho del Barrio Chino de La Habana; o de quién enterró un cuerpo en Finca Vigía, mientras Ernest retozaba con Ava Gardner, en la novela Adiós, Hemingway.
En esta ocasión los lectores no buscaban un crimen de ficción, sino el asesinato cometido por Ramón Mercader contra Lev Dayidovich Bronstein, más conocido por Trotski; crimen ordenado por José Stalin.
Sin embargo, la novela El hombre que amaba a los perros, no llegó al lector. Al menos a la mayoría. De alrededor de 600 personas con turnos para la adquisición del libro, sólo unos 100 pudieron comprarlo. Muchos piensan que los organizadores de la feria y la policía política consideraron exagerada la avidez de los cubanos por leer esta nueva propuesta literaria de Padura.
Las peripecias de un crimen político por el que el autor recibió la Orden Lenin y el Título de Héroe de la Unión Soviética, aún no son aptas para quienes hasta ayer escuchaban los cantos a Stalin: Stalin, capitán, / a quien Changó proteja, / y a quien resguarde Ochún.
Y aún menos si la novela narra las vivencias en Cuba de Ramón Mercader, quien después de cumplir 20 años de prisión por el asesinato de Troski, residió en la Isla hasta el día de su muerte.
La historiografía literaria cubana es selectiva. Y los temas tabúes se ventilan en el exterior. Por eso la obra de Padura es imposible de encontrar en las librerías del país. Ni aún en moneda convertible.
En cuanto a El hombre que amaba los perros, algunos señalan las limitaciones impuestas por Tusquets Editores, que publicó en 2009 la primera edición. Mientras para otros, “la suerte de metáfora de la relación difícil entre el escritor y el poder”, que marca la obra de Padura, es la causa de que sea poco difundida en la isla.
Nadie se explica cómo una de las obras más sólidas y leídas de la literatura contemporánea cubana, no esté al alcance del lector, ni siquiera en la Feria del Libro de La Habana.