LA HABANA, Cuba, julio (173.203.82.38) – A mediados de los años sesenta, en la esquina de las calles 23 y L, en el Vedado, se inauguró la heladería Coppelia. Comenzó con un menú de más de cincuenta sabores, diferentes especialidades y platos cuyo protagonista era siempre el helado y abriendo hasta muy tarde en la madrugada. Las autoridades se jactaban de que Cuba tenía la mejor heladería del mundo, hasta el punto de calificarla como “la catedral del helado”.
Sin embargo, como sucede con casi todos los establecimientos estatales en nuestro país socialista, pronto Coppelia comenzó a sucumbir a la desidia. La cantidad de sabores y especialidades disminuyeron con rapidez, y el trato deficiente al público se convirtió en regla. Además, el sitio ha sido fiel reflejo de las etapas y sinsabores del proceso revolucionario.
Los primeros años de la década de los años setenta, con una gran cantidad de dinero circulando en la calle, y una alarmante escasez de bienes materiales, fueron testigos de enormes colas en Coppelia. Tras tres o cuatro horas de espera, al fin, la gente lograba comer algo y gastar su dinero. Después, en los noventa, con la llegada del período especial, la corrupción se adueño de la céntrica heladería. Grupos de maleante controlaba las colas, y muchas personas tenían que pagarles a esos sujetos para sentarse a la mesa. De igual forma, y ante la mirada de las personas que hacían la cola, los empleados vendían las tinas de helados a precios exorbitantes.
Los administradores no duran en Coppelia, son cambiados frecuentemente. Hoy despiden a un dirigente por corrupto, y al poco tiempo se descubre que el que lo reemplazó también lo es.
El verano que se inicia, cuando más helado consume el pueblo, no parece halagüeño para Coppelia. Generalmente hay sólo uno o dos sabores y casi siempre escasean la fresa y el chocolate, los que prefiere la gente. A veces también faltan los bizcochitos, el cake y otros dulces con que se acompañan los helados.
Aun así, es muy probable que, cuando el calor apriete y los niños estén de vacaciones, crezcan las colas en la heladería. No son muchos los lugares a donde pueden llevar a sus niños los que no tienen pesos convertibles.