LA HABANA, Cuba, enero (173.203.82.38) – Francisco y su hermano viven en la cooperativa Abel Santamaría, en El Gacho, San Juan y Martínez, en Pinar del Río. Son de esos hombres que apelan a su creatividad para llevar el sustento a la familia, y por eso, con no poco esfuerzo, se compraron una yunta de bueyes, y buscando aquí y allí; comprando y cambiando piezas, construyeron una carreta. Tenían la intención de trabajar para el departamento de Comunales, recogiendo la basura.
Firmaron un contrato, y para transitar por el pueblo con el carretón y los bueyes pagaban un permiso de veinte pesos (1 dólar) mensuales. Debían trabajar seis horas diarias para recibir, cada uno, un salario de quinientos pesos mensuales (20 dólares). La faena consistía en recoger la basura de “los huecos” y llevarla al vertedero.
Todo iba viento en popa hasta que se enfrentaron con los huecos. Cuando Francisco los vio, los pelos se le pusieron de punta. Los tales huecos no son más que cuadrados de mampostería, de metro y medio por un metro, ubicados en ciertos lugares para que los vecinos y algunos centros de trabajo depositen allí los desperdicios.
Para recoger las inmundicias de todo tipo que caían en los huecos, y echarla luego en la carreta, los hermanos necesitaban medios que no tenían, como guantes y botas de goma, que no se encuentran en el mercado y que, según el jefe de Comunales, la empresa no está en la obligación de facilitarles. A pesar de la negativa, no renunciaron al trabajo. Se hicieron de tridentes, y a recoger la basura se ha dicho. Del hueco a la carreta y de la carreta al vertedero, una y otra vez.
Ahora, con las nuevas disposiciones, ya vigentes, se les comunicó que deben solicitar una licencia si quieren seguir trabajando. Para realizar la gestión Francisco fue hasta la Oficina Nacional Tributaria (ONAT), donde le informaron que debe pagar 138 pesos mensuales, 50 por la licencia y 88 para la Seguridad Social.
Francisco no tuvo que pensarlo dos veces. Afirma que el jefe de Comunales tiene razón y es claro en lo que dice: ellos, ni siquiera tienen derecho a recibir un salario decoroso por un trabajo tan arriesgado. Por eso, decidieron no sacar la licencia e irse con sus bueyes a otra parte.