LA HABANA, Cuba, marzo (173.203.82.38) – Muchas personas no se explican qué ocurrió con el negocio de Miriam Cruz la pasada semana, en la localidad habanera de Managua. Ahora, cuando se estimula la creación de pequeñas empresas, la cafetería La Bendecida, de la señora Cruz, fue mandada a demoler por órdenes del gobierno municipal
“Hablé con Pupy en noviembre de 2007. El me autorizó, me dijo que no tenía problemas, y yo le creí” -afirma Miriam mientras varios de sus empleados y otros contratados trabajan derribando las estructuras de tubos de acero.
Gerardo Hernández, conocido como Pupy entre sus electores, es el jefe del Consejo Managua-Las Guásimas (gobierno de la zona), y diputado a la Asamblea Nacional. Su popularidad varía según de quien venga la opinión. Y las hay buenas y malas.
“Pagaba un impuesto de 300 pesos anuales al departamento de Planificación Física; y 400 pesos a la ONAT (Oficina Nacional de Asignaciones Tributarias). Eso, entre otros gastos de empleados y declaraciones juradas que se hacen a fines de año. Todo un dineral” –dijo Miriam, mientras repartía agua y café entre los trabajadores que la ayudaban a desmantelar su sueño y esfuerzo.
“Cuando comencé a trabajar aquí, esto estaba lleno de escombros. Saqué varias carretas de basura. Trabajamos mucho. He invertido varios miles de pesos y ahora tengo que irme. Eso no es justo” –comenta, nostálgica.
La pequeña empresaria, quien, además, es ciudadana española, aseguró que se presentó a principio de este mes en las oficinas de la ONAT para pagar la cantidad correspondiente del impuesto. Allí la estaban esperando varios funcionarios para comunicarla que tenía 72 horas para demolerlo todo.
“Yo puedo, si quiero, salir de Cuba ahora mismo y establecerme en otro lugar. Sin embargo quiero trabajar en mi país. Y mira lo que me hacen” –afirmó a esta reportera.
Los transeúntes se detenían en la intercepción de las calles Independencia y Esperanza, donde se encontraba la cafetería, pero no a degustar un pan con croqueta, dulces, arroz frito o un bistec de cerdo a la parrilla, sino para ver cómo se rompían las paredes, los pisos y los mostradores. Las miradas y las expresiones de los antiguos clientes, delataban el descontento y la desaprobación de aquel desastre.
Una anciana muda, asidua asistente al establecimiento, se detuvo, llevó una de sus manos a la boca, y preguntó a su manera, sin palabras, pero todos la entendieron: “Y ahora ¿dónde voy a comer?”.
Con el cierre de la cafetería, doce trabajadores quedaron sin empleo. Sin embargo, algunos que parecen bien informados, aseguran que en ese sitio las autoridades quieren ubicar a varios cuentapropistas ambulantes, que venden sus productos en diversos lugares del barrio. Otros creen que se trata de un capricho de Pupy. “Eso es porque él no tiene necesidad de una cafetería” –comentan.
Apenas transcurridos unos días después de la demolición, el lugar vuelve a estar sucio y oscuro, como estaba antes de que Miriam Cruz instalara su negocio.