LA HABANA, Cuba, mayo (173.203.82.38) – “Los españoles nos dejaron el idioma y sus costumbres, los americanos nos dejaron sus carros”— me dijo el chofer mientras aceleraba su Ford 59, que irrumpió en la Calzada del Cerro envuelto en una nube negra.
El dueño es un santiaguero llamado Raúl, uno de los tantos mecánicos cuentapropistas que se dedica a reparar almendrones (automóviles norteamericanos de las décadas de los años 40 y 50) que, gracias al ingenio nacional, se mantienen rodando y son una alternativa de transporte público.
En el callejón de Santovenia, municipio Cerro, Raúl tiene su taller; allí trabaja con un polipasto con el que mueve y suspende los motores que va a reparar; cambia cajas de velocidades, diferenciales, barras de transmisión, usa medidas milimétricas para trabajar; adapta sistemas de frenos, compone carburadores, bombas de petróleo, etc.
En 1959, en Cuba había una gran cantidad de automóviles estadounidenses. El deterioro de las relaciones comerciales con Estados Unidos, provocó la escasez de piezas de repuesto para los autos. A partir de 1960, los mecánicos cubanos tuvieron que ingeniársela para mantener rodando los “cacharros”. Entre las innovaciones más recordadas están las adaptaciones de carburadores rusos; rellenado de los metales de bielas con tubos de pasta dental vacíos, cambios de circuitos eléctricos de 6 por 12V. Incluso el empleo de agua jabonosa como sustituto para el liquido de frenos.
Otro mecánico, Agustín Menéndez, dijo a este reportero que él le adaptó a un Ford 53 el tren delantero de un camión ruso marca Kamaz, que encontró en el basurero de la capital. El componente estaba nuevo, todavía con la grasa de fábrica. Más tarde se supo que una empresa estatal lo botó allí por considerarlo un producto ocioso en sus inventarios.
Hoy aun, los carros norteamericanos ruedan por las calles habaneras, sobrevivientes de los embates del embargo y medio siglo de pésima administración socialista. Al observar los autos que transitan por la calle Línea, en el Vedado, sobre todo en las horas pico, se ve que más del 60 por ciento son de modelos estadounidenses anteriores a 1959. Además, se debe tener en cuenta que por dicha avenida circulan una buena parte de los autos de las empresas extranjeras, sedes diplomáticas, etc., que en su totalidad son vehículos nuevos; o sea que en otras partes de la ciudad es aun mayor la proporción de almendrones.
Carros clásicos del siglo XX en óptimo estado pueden encontrarse en los almacenes de Hollywood, o en las naves de los coleccionistas particulares en otros países. Pero si de carros remendados se trata, en Cuba hay una exposición permanente digna de admirar. He visto hasta una limosina fúnebre convertida en micro-bus.
“Mi Plimito”, “Usted también puede tener un Buick”, “Pontiac, el terror de los mecánicos”, son algunos de los slogans publicitarios pre revolucionarios que perduran en la memoria y las nostalgias de los más viejos. Algunos, aunque no han podido conservar los autos, mantienen los recuerdos de un pasado mejor; como José Luis, un anciano de 80 años, que me mostró orgulloso la maltrecha foto de un Buick Roadmaster que tuvo en la década de los 50, mientras decía: “La verdad que lo americano, siempre es americano”.