LA HABANA, Cuba, mayo (173.203.82.38) – En el año 2009, en una encuesta del Grupo Veritas, de investigaciones psicosociales, el 91 por ciento de los entrevistados quería más licencias para trabajar por cuenta propia. La mayoría de las personas en Cuba sólo conocen esa autorización para ejercer un trabajo, ignoran a las pequeñas y medianas empresas (PYMES), como organizaciones económicas productivas y de servicios.
La respuesta reflejaba la aspiración de los ciudadanos a tener el control de sus vidas. Tal vez por desconocimiento algunos creyeron que eran muchos los que pedían que se ampliaran las actividades. Posiblemente también estaban influenciados porque desde finales de la década de los años 60, el Estado ha controlado las actividades técnicas, productivas, de servicio y la vida en todos los aspectos. Emprender y desarrollar iniciativas propias era penalizado por la figura jurídica conocida como “actividades económicas ilícitas”.
De ahí que sea grato constatar, según el periódico Granma del sábado 21 de mayo, que, hasta el pasado 30 de abril, 309 mil 728 personas ejercían el trabajo por cuenta propia, y de ellas 221 mil 839 lo hacían con nuevas autorizaciones, otorgadas desde octubre del pasado año.
En La Habana, con 66 mil 905, es donde se encuentra mayor número de nuevas autorizaciones. Por eso han reaparecido pregoneros y pregones, con las más disimiles ofertas de productos del agro. También se siente en la ciudad el despliegue de ingeniosidad y creatividad en muchas instalaciones donde se venden alimentos. Diseño funcional, atractivas decoraciones y pintura a tono, resaltan los nombres de estos comercios, en contraste con los sucios y desabastecidos del Estado.
Sin suministrador mayorista, y con las draconianas condiciones que le impone la ley, los cuentapropistas se esfuerzan, sonrientes. Emanan eficiencia, calidad, buen trato, y expresan su agradecimiento al cliente por consumir en su negocio. Difieren del asalariado estatal por el sentido de pertenencia. Los motiva trabajar en lo suyo para lograr la independencia económica.
Este comportamiento emprendedor es propio de nuestra especie, de ahí que el sistema comunista no funcione, porque va en contra de la esencia humana. Nuestro pueblo se caracterizó por su proverbial espíritu emprendedor. Se cuenta que después de 1959, cuando empezaron a llegar los cubanos a Puerto Rico, los boricuas comentaban: “Cuando veas a un cubano barriendo la calle frente a tu establecimiento, preocúpate, porque el año que viene será el dueño”.