LA HABANA, Cuba, febrero (173.203.82.38) – En el bello Túnez, sobre los restos arqueológicos de Cartago, con mansiones de famosos occidentales y lujosos hoteles alquilados por los príncipes y dignatarios del Medio Oriente, no se auguraba que los jóvenes moverían al pueblo a expulsar del poder al por 23 años presidente Zine el Abidine Ben Alí, su esposa Leila Trabelsi y familia.
¿Cómo imaginar que en olvidados pueblos comenzaría la pacífica “Revolución de los Jazmines”, que irradió a Egipto, Argelia, Yemen, Jordania y pudiera extenderse aún más?
El 17 de diciembre Mohamed Bouazuzu se inmoló en Sidi Bouzid; el 24 murieron 2 manifestantes por disparos de la policía política en las protestas de Menzel Bouzayane, y la violencia se extendió a Kasserine; el 27 los choques en la capital provocaron decenas de muertos y más de mil presos. El Presidente aseguró por televisión al día siguiente que no aceptaría más protestas, y cínicamente criticó el uso de la violencia en las calles por “una minoría extremista”; en realidad sus esbirros disparaban y torturaban. Pero el 14 de enero huyó a Arabia Saudita.
Los sorprendentes y vertiginosos acontecimientos en Túnez acapararon los medios de prensa internacionales. De Egipto se cubría el atentado a la Iglesia de los Santos de El Cairo el 2 de febrero, que mató a 21 personas e hirió a decenas, considerado el peor ataque en años contra la minoría cristiana -copta- en el país, con el agravante de tratarse de una acción de Al Qaeda. Luego llegó el frenesí informativo.
El régimen totalitario colapsó en 18 días de impresionantes concentraciones populares. El ejército evitó baños de sangre frente a la represiva policía política de Hosni Mubarak. Nadie previó que la inmolación de un joven y la convocatoria de los “Jóvenes del 6 de abril” a todos los egipcios para el 25 de diciembre, denominado Día de la Ira, para la Plaza Tahrir o Liberación, en el corazón de El Cairo, desembocaría el 11 de febrero en la dimisión a regañadientes de “El Rais”, dictador de 82 años y 30 en el poder.
Como dijera la Canciller Angela Merkel, se inició una situación similar a la caída del llamado campo socialista, que el Barack Obama definiera como el privilegio de estar viviendo un momento histórico en el curso de nuestras propias vidas.
En efecto, está en progreso una conmoción en el Medio Oriente que puede ser muy fructífera para sus pueblos, si los mandos militares, ahora en el poder de facto en Egipto, actúan cívicamente y los distintos actores sociales continúan sin choques confesionales, ni extremismos. En los países vecinos aún aguardan duros tiempos de represión a las demostraciones, como ocurrió el 12 de febrero en Argelia. La región corre el peligro de la inestabilidad y el oportunismo de los grupos terroristas, que seguramente preocupa a la mayoría de los gobiernos del mundo y las organizaciones internacionales.
Las causas de las demandas sociales son la pobreza, el desempleo, la elevación de los precios de los alimentos, y otros productos y servicios básicos, coincidentes también en otras áreas geográficas, incluida América Latina, con sus especificidades.
Los actores fundamentales han sido jóvenes, que en casi todo esos países oscilan entre 50-70,0% de la población, con niveles escolar y cultural en ascenso, carentes de perspectivas laborales y un futuro digno. El acceso a Internet ha nutrido sus ansias de expresión democrática y progreso, que impiden los dictadores y sus acólitos. En Túnez y Egipto se coordinaron a través de las redes sociales, por lo que los gobiernos rápidamente cortaron el servicio. La solidaridad hacia los tunecinos llegó de los hackers de Anonymous que inundaron y colapsaron las webs gubernamentales. Para los egipcios, Facebook y Twitter habilitaron teléfonos cuyas llamadas inmediatamente reproducían. Tuvieron que restituir Internet.
En Cuba la información sobre los acontecimientos ha sido muy manipulada como es usual, pero le resulta difícil al gobierno. En los últimos años las relaciones con Ben Alí se estrecharon y Mubarak había entregado la presidencia del Movimiento de Países No Alineados, al concluir su mandato en esta organización priorizada en la política exterior cubana. El programa Mesa Redonda, de la TV ha comentado lo acontecido y culpado al “neoliberalismo”. Pero transmitían las narraciones del corresponsal de Prensa Latina que, inevitablemente, mencionaba la permanencia en el poder del Presidente Mubarak durante 30 años.
Delicada alusión en Cuba, con el mismo gobierno desde hace 52 años, ahora mutado. Hasta el 14 de febrero el gobierno no había publicado ninguna declaración oficial, pero Fidel Castro emitió una “Reflexión” el 1 de febrero, y otra ese día, obviando que sin el apoyo cubano hubiera sido difícil para Mubarak encabezar el Movimiento de los No Alineados.
También era una piedra molesta la XIV Convención y Feria Internacional de Informática, comenzada el 7 de febrero con la presencia de Hamadour L. Touré, secretario general de la Unión Internacional de Telecomunicaciones, quien asistió al acto de recibimiento del cable coaxial tendido desde Venezuela hasta Santiago de Cuba, que multiplicará por 3 mil la capacidad de conexión de Cuba a internet. Las autoridades han expresado que hasta julio no se concluirá el equipamiento, y entonces la población no tendrá libre acceso debido a algún nuevo pretexto sobre el embargo norteamericano.
Coincidentemente, circuló en Internet un video en que un especialista del Ministerio del Interior intervenía en un curso de entrenamiento para “impedir la acción del enemigo” a través de las tecnologías de la comunicación, realizado en junio pasado. Estos acontecimientos parecen haber movido al gobierno a levantar las interferencias a los blogs independientes.
Los dirigentes cubanos no deben preocuparse por cómo aplastar las ideas y su intercambio, sino por cómo los cubanos podrán expresarlas de manera que las opiniones de todos echen hacia delante el país, que no cesa de destruirse y retroceder, con el creciente descontento de la población.
No se trata de empujar a reuniones para discutir los Lineamientos para el VI Congreso del Partido Comunista, sino de incorporar los criterios, ampliar la toma de decisiones, y desbloquear el trabajo y los beneficios de la iniciativa individual.
Si bien la sociedad cubana difiere de la del Medio Oriente, existen serios problemas que deberían llevar a los gobernantes y las fuerzas armadas a meditar sin el egoísmo de preservar el poder a toda costa, ni escudarse en el enemigo externo, sino con la responsabilidad de coadyuvar a una transición suave y participativa, inevitable por la crisis general, y el próximo fin del ciclo vital de los “dirigentes históricos”. Las dinastías hereditarias no tienen cabida ni siquiera en el Egipto del siglo XXI.