LA HABANA, Cuba, marzo (173.203.82.38) – De los países capitalistas, se dice en términos jocosos que en ellos te cobran hasta la risa. La historia ha demostrado que del socialismo no se puede decir lo mismo. El más injusto de los pagos que tenemos que hacer los cubanos a diario, es precisamente pagar por todos los errores y caprichos de nuestros gobernantes.
Fue paulatinamente, y sin que nos percatáramos, que los relojes contadores utilizados para medir el consumo de agua fueron desapareciendo de las viviendas. Los escasos recursos del Estado para mantener o sustituir los viejos contadores, el crecimiento poblacional y el deterioro de las redes de acueductos, sólo permitieron que quedaran algunos metros contadores en los barrios más privilegiados. Para quienes quedaron sin que se pudiera medir su consumo de agua (casi toda la población), se estableció la tarifa fija de un peso mensual por consumidor, independientemente de la cantidad de agua que consumieran.
Hace apenas una década, el país atravesó por otra crisis energética. El alza en los precios del barril de petróleo a nivel mundial después de los ataques del 11 de septiembre de 2001, obligó al Estado a consumir el crudo de producción nacional, un petróleo pesado con fuerte carga de azufre. Esto indujo, entre otras cosas, a que la principal termoeléctrica del país, Antonio Guiteras, prolongara por casi dos años su salida del sistema nacional debido a la rotura en uno de sus generadores. El gobierno se vio obligado a establecer un programa de apagones.
A partir de estos incidentes, al ex presidente Fidel Castro se le ocurrió el proyecto Revolución Energética. Este proponía cambiar las redes eléctricas, a echar andar la termoeléctrica Guiteras, y buscar nuevas alternativas de generación, además de sustituir las cocinas de gas licuado y queroseno, con aparatos eléctricos.
Fidel Castro ordenó aumentar el precio del Kilowatt/hora de 10 centavos a 30, después de que el consumo sobrepasara los 100 Kilowatts/hora.
En los años que siguieron se impusieron nuevos impuestos, multas y cobros por trámites legales. Se hizo perceptible para el cubano promedio el aumento de precio de los servicios de correo, transporte urbano e interprovincial y de las actividades recreativas.
Todos los servicios estatales que hoy disfuncionalmente se mantienen, existen aun gracias a ese súbito y necesario aumento de las tarifas e impuestos. Lo que se debatirá en el VI Congreso del Partido Comunista de Cuba, el mes que viene, será cómo darle un giro brusco a los servicios que no son rentables. El impacto de lo que se decida recaerá sobre la economía familiar.
En los Lineamientos del Partido 230 y 282, sobre la política energética y los recursos hidráulicos, se exige estudiar el reordenamiento de la tasa de impuestos para estos servicios.
La crisis de agua que afecta al país y las inversiones que realiza el Estado en el reemplazo de la vieja infraestructura de acueductos y alcantarillado, sin dudas motivarán a que se ajusten las tarifas por el consumo de agua. Ya existe el antecedente de las personas que pagan por el servicio en moneda convertible, quienes sí cuentan con modernos relojes contadores y pagan 1 cuc (24 pesos) por el metro cúbico de agua.
Las tarifas e impuestos que se nos avecinan pagarán en gran medida la “construcción de nuestra sociedad socialista”. Como siempre, es el pueblo cubano, convertido ahora en “contribuyente” será quien pague los platos rotos.