LA HABANA, Cuba, mayo (173.203.82.38) – De nuevo el 15 de mayo los vecinos de Managua, en esta capital, llevaron al santo patrón del pueblo, San Isidro Labrador, a peregrinar por la manzana donde, en una de sus calles, se levanta la iglesia católica, único espacio en el que el gobierno permite reunirse a los ciudadanos. Con una pequeña banda de música, un altoparlante para dirigir las oraciones y un séquito de niños junto a los representantes de la iglesia, la muchedumbre conmemoró la fundación del pueblo, en la misma fecha, del año 1730.
La procesión terminó en el parque, frente al templo, con el tañido ininterrumpido de las campanas, y dio paso a la misa con que finalizó la actividad religiosa.
Dos días antes el pueblo se vio invadido por las tarimas de los vendedores ambulantes. Como en una especie de tregua, aprovechan para mostrar su mercancía. Ni policías, ni inspectores se preocupan por lo que en otro momento se consideró una actividad ilícita. Allí se pusieron a la venta confituras, baratijas, gafas de sol, y golosinas.
También, por estos días, algunos residentes del pueblo alquilan sus portales a vendedores de otras localidades. Por lo que es común ver alguna ropa, falsificaciones de reconocidas marcas, con diseños atractivos para los jóvenes, expuestas en una tendedera de extremo a extremo del portal.
En este ambiente de comercio y religión, también se observó un incremento en la venta de productos de la empresa gastronómica del Estado.
Guillermo Aranda, managüense de pura cepa, se mostró sorprendido por la venta de pollo ahumado y comentó: “Lo que hace falta es que lo vendan siempre y no sólo los días de fiesta; aunque a decir verdad, se acabó enseguida, muchos se pusieron en la cola, y no todos alcanzaron”.
Para los niños hubo varias atracciones, entre ellas dos carretones tirados por chivos, con los cuernos pintados de naranja y violeta. En estos carretones los infantes podían pasear sentados en improvisados bancos, guiados por el dueño del carricoche, que los movía con una cuerda. El recorrido que comprendía dos cuadras costaba tres pesos en moneda nacional.
Pero la atracción mayor de estas celebraciones fue la de un músico aficionado, quien llegó al pueblo unos días antes de la fecha empujando un carretón preparado con improvisados instrumentos de percusión. En los laterales de la pequeña “carroza” se leían varios letreros, entre ellos: “Aquí puede llegar, pero no se pase”.
Luis Ernesto, conocido por Luisito, nació en Bayamo, provincia Granma, pero dice que hace mucho reside en la capital. Cuenta que ha viajado por varios municipios con su carroza y su música. Lo acompañan siempre su esposa y una hija, quienes también forman parte del coro cuando Luisito comienza a sonar la corneta, los tambores y los platillos. Por algo se denomina a sí mismo “El hombre orquesta”.