LA HABANA, Cuba, marzo (173.203.82.38) – A las 10 de la mañana del cinco de agosto de 1994, estaba sentado en una butaca de primera planta de la casona de la calle 16, en Miramar, donde radicaba la oficina principal de la empresa hotelera Gaviota Occidente. Un hombre salió de la oficina del director y dijo.
-A mi no me van a coger. Ahora mismo me voy a “ensillar”.
Para no dejar dudas, dejó la puerta de su oficina entre abierta, abrió una gaveta de un escaparate metálico, sacó una pistola y la colocó en su cintura.
Hace unos días, un francés que vino a la feria del libro, me preguntó cuál sería la actitud de los militares ante una revuelta como la de los árabes. Me vino a la mente el recuerdo de aquel funcionario. Trate de explicarle al francés las tres formas principales en que se dividen los militares: empresarios, burócratas y represores.
Los primeros son los que dieron el salto de las unidades militares a las gerencias empresariales o a los ministerios, luego de la caída del Muro de Berlín y la crisis de los años noventa. Disfrutan de la vida, el auto, de Internet, la divisa y los viajes. A esos no los mueve nadie. Los burócratas todavía mantienen el uniforme y dirigen unidades de cualquier cosa, tanques, cañones, artillería antiaérea. Estos prefieren no tener a los soldados en la unidad para robar la comida, el vestuario, los productos de aseo, el calzado, y venderlo en el mercado negro.
Los últimos, los represores, son los más peligrosos en una situación de ingobernabilidad. Las Fuerzas Armadas Revolucionarias son, desde su fundación, una milicia personal. Sus disposiciones indican siempre subordinación al Comandante en Jefe, y limitan la comunicación entre soldados, clases y oficiales con la iglesia, extranjeros o demócratas. Los oficiales, sin excepción, son miembros del partido comunista, lo que le imprime un cariz ideológico a sus acciones.
Los regimientos de prevención, tropas especiales, brigadas de desembarco y asalto, y la Infantería de Marina, están distribuidos en la periferia de las grandes ciudades. Las escuelas de cadetes y sargentos reciben un adoctrinamiento sectario, propio de las Juventudes Hitlerianas, el ideario Suche de Corea del Norte, o el Libro verde del Gadafi. Para los jóvenes combatientes, fuertes, inmaduros y entrenados para matar, las Damas de Blanco y los demócratas son “mercenarios pagados por el imperialismo que quiere destruir la revolución socialista”. Para ellos, la orden de disparar siempre está dada.
Aquel cinco de agosto, en la tarde pasado, mientras las brigadas de respuesta rápida y la policía nacional arremetían contra los descontentos, el regimiento de tropas especiales de las FAR cercaba la ciudad, y la patrullaba con armas y municiones de guerra.
Las Fuerzas Armadas Revolucionarias están preparadas para, llegado el momento, sostener a la monarquía con la fuerza de las armas. Como en Libia.