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Las bombas malas y las bombas buenas del castrismo

Los castristas acusan y condenan a Posada Carriles, mientras homenajean como una heroína a la terrorista Urselia Díaz

Tarja de bronce en homenaje a la terrorista Urselia Díaz

LA HABANA, Cuba, septiembre, 173.203.82.38 -Para casi nadie es un secreto que los gobernantes cubanos aplican un doble rasero, de acuerdo con su conveniencia, a la hora de evaluar el acontecer nacional e internacional. Cuando la Asamblea General de la ONU vota mayoritariamente en contra del embargo de Estados Unidos contra Cuba, la prensa oficialista de la isla no escatima epítetos favorables hacia ese órgano de las Naciones Unidas, que le permite a la comunidad internacional solidarizarse con el pequeño David ante los embates del gigante Goliat. En cambio, tras el más reciente pronunciamiento de esa propia Asamblea General para condenar, también abrumadoramente, el genocidio del gobernante Bashar Al Assad contra el pueblo sirio, los gobernantes cubanos le restaron importancia a esa votación, y argumentaron que era una consecuencia del control mediático que ejercen las principales potencias occidentales.

Precisamente, ese supuesto control mediático es otro de los blancos favoritos de los dardos castristas en el plano internacional, ya que solicitan un espacio para que los países pobres puedan expresar sus opiniones en medio de lo que califican como la “malvada globalización neoliberal”. Pero, hacia el interior de Cuba, esos mismos gobernantes se olvidan de la pluralidad, y se comportan como despiadados propietarios privados de la información. Estos son, simplemente, dos ejemplos entre los muchos que podrían citarse.

Por estos días, al cumplirse 15 años de la muerte en el habanero hotel Copacabana del ciudadano italiano Fabio Di Celmo, víctima de una bomba colocada en ese centro turístico, los medios de difusión cubanos no cesan de presentarnos la lastimera imagen del señor Giustino Di Celmo, padre del fallecido, recordando con lágrimas en los ojos a su hijo, y expresando que permanecerá en Cuba hasta el último instante de su vida porque le parece ver a su Fabiucho desandar las calles de La Habana. Realmente conmueve observar la expresión de dolor de ese señor de 92 años de edad cuando develaba una tarja en honor a su hijo, y afirmaba que no descansaría hasta que Luis Posada Carriles— a quien el gobierno cubano acusa de ser el autor intelectual de ese hecho— y todos los demás terroristas comparecieran ante la justicia.

Casi simultáneamente, el periódico Tribuna de La Habana, órgano del Comité Provincial del Partido Comunista en la capital, publicó en su edición del domingo 2 de septiembre un artículo en recordación de Urselia Díaz Báez, una joven que en 1957, con solo 18 años de edad, murió al explotarle accidentalmente una bomba que pensaba colocar en el baño del cine América, ubicado en el hoy municipio de Centro Habana. Se trató de una de las escaramuzas organizadas por los Comandos de Acción y Sabotaje que desarrollaban la lucha clandestina en las ciudades contra el gobierno de Fulgencio Batista, y en especial pretendían boicotear los festejos que el gobernante preparaba para el 4 de septiembre, fecha que marcaba otro aniversario del primer ascenso de Batista al poder. El propio artículo de Tribuna de La Habana muestra una tarja colocada en 1959 en la entrada del cine América, y que expresa: “A la memoria de Urselia Díaz Báez que murió heroicamente luchando contra la tiranía el 3 de septiembre de 1957”. Curiosa manera esta de luchar contra la tiranía, poniendo bombas en lugares tan concurridos como un cine.

Por mi parte, censuro la acción en la que perdió la vida Fabio Di Celmo, pero de ninguna manera puedo aceptar como loable el proceder de Urselia Díaz Báez y el resto de sus compañeros, uno de los cuales se jactaba de haber colocado 100 bombas en una tumultuosa noche habanera. Por supuesto que no existe el terrorismo bueno; solo las mentes cegadas por el odio o el fanatismo ideológico son capaces de convalidar acciones tan reprobables.

Orlando Freire Santana

Orlando Freire. Matanzas, 1959. Licenciado en Economía. Ha publicado el libro de ensayos La evidencia de nuestro tiempo, Premio Vitral 2005, y la novela La sangre de la libertad, Premio Novelas de Gaveta Franz Kafka, 2008. También ganó los premios de Ensayo y Cuento de la revista El Disidente Universal, y el Premio de Ensayo de la revista Palabra Nueva.

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