LA HABANA, Cuba, febrero (173.203.82.38) – Utilizar equipos y técnicas de última generación para detectar defectos en los viejos automóviles estadounidenses que ruedan en las calles de Cuba, es como dedicarse a matar moscas con misiles. Pues a eso se dedican en FICAV (Planta de Revisión Técnica), entidad del Ministerio de Transporte que inspecciona los vehículos para determinar si están o no aptos para la circulación.
En buena ley, ninguno de los dueños de ese tipo de autos particulares, los renombrados almendrones, podría escapar ileso durante una inspección en la sede habanera de FICAV, ubicada en la avenida de Rancho Boyeros. Por lo menos es lo que debiera suceder, ya que no parece otra la intención de quienes instalaron allí equipos que hoy mismo utiliza la Mercedes Benz para sus chequeos técnicos.
Claro que como entre nosotros suele suceder cualquier cosa menos la que debiera, en FICAV son muchos los choferes que escapan ilesos, aunque para ello tengan que pasar la prueba de otras dos trampas, todavía más caras y más tensas que esa trampa de origen que está contenida en la propia inspección legal.
La primera de las otras dos trampas la encuentran en el mismo proceso de inspección. Y es muy simple. Pagarán dinero extra por la izquierda para sobornar a los funcionarios que realizan la inspección, o de lo contrario no escapan.
Luego le sigue el tercero y último paso de la triple trampa mortal que es FICAV, conocida por los choferes como el Somatón. Esta última no sólo es la más abusadora, sino también la más insólita: cierre con broche de oro del círculo kafkiano.
Una vez que se han librado ilesos de las dos primeras trampas, incluso ya fuera del aérea de FICAV, los choferes tendrán que vérselas con los azules (así les dicen, por el color de sus uniformes), inspectores habituales de carretera, a los que, mejor que azules, tendrían que llamarles marrones tirando a lila, que es el color de los billetes de 10 cuc, verdadero objetivo de sus acechos y pesquisas.
Sabiendo como saben que los almendrones no están aptos para pasar la sofisticada prueba técnica, los azules se plantan en la carretera, muy cerca de la salida de FICAV, y allí detienen a sus choferes y les piden el documento que acredita que fueron aprobados. Para ambos, choferes y azules, queda claro que ese documento es la prueba de que compraron la inspección. Así que sobran las palabras: o sobornan también a los azules o estos demuestran y denuncian el fraude.
Se verán horrores, nos adelantaba la Biblia (Apocalipsis 16,6), a propósito del Armagedón. Lo que no advirtió es que íbamos a verlos diariamente y en todas partes.
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