LA HABANA, Cuba, junio (173.203.82.38) – Los conservadores del gobierno, la burocracia acompañante y otros “tontos útiles” atacan las recientes medidas de distribución del café racionado y su mezcla con el chícharo. Se cuenta a ambos lados de la línea, las explosiones de cafeteras y buscan las definiciones de la Organización Internacional del Café sobre la bebida.
Según Radio Martí, “el director ejecutivo de la OIC, dijo al servicio británico que uno de los objetivos del organismo es fomentar la pureza del estimulante y que los productos que contengan más de un 5 % de materia externa no deben usar el nombre de café”. No es el caso del café mezclado con chícharo que se vende en Cuba como “café”. Se mantiene el nombre del producto en un mercado cautivo, donde se distribuye a través de la libreta de racionamiento.
El café mezclado es el producto que se vende a la mayoría de la población, a un precio “subsidiado” discutiblemente económico. Mientras al café puro se apuntan los que pueden comprarlo en las tiendas de divisas a precios muy elevados para la magra economía del pueblo.
Consumir “el néctar negro de los dioses blancos”, será un reto para el ciudadano común, que deberá escoger cuidadosamente en qué gasta sus escasas monedas.
Los jocosos consejos sobre cómo cocinar frijoles en una cafetera, los comentarios sobre las explosiones de esos aparatos (como si la mezcla fuera algo nuevo para los cubanos), o la mezcla con semilla de aguacate, pertenecen más al choteo criollo que a la realidad. Hay quienes, en medio de la pachanga llama a la mezcla “el arma binaria”, Al Qaeda y hasta Bin Laden. ¡Cuentos de camino!
La mayoría de los repetidores de estas historias claman por la presencia del Estado paternalista, que les subvencione, aunque sea mediante una humillante cartilla de racionamiento, el buchito de café que toman a diario, y para ello utilizan los miedos populistas.
No comprenden que se suman a los conservadores del gobierno, al bunker inmovilista, en contra de los solapados reformistas, que intentan eliminar definitivamente la libreta de racionamiento y otras barbaridades castristas. En esta batalla entre civilización y barbarie, la trinchera de café parece ser la primera línea de fuego.