LA HABANA, Cuba, septiembre (173.203.82.38) – Demostrar a cierta gente la escasez que existe en Cuba, tal vez resulte la tarea del indio, porque uno sale a la calle y lo primero que encuentra es a un curda con la botella en la mano en tremendo fandango.
Y a la muchacha que salió temprano para ganarse la vida como pueda; y regresa a casa con la jaba llena. Y a la otra que sale emperifollada a relevarla en la Quinta Avenida. Y al pueblo entero con jabas en las manos a la caza de viandas, vegetales y un pedazo de carne de cerdo para el almuerzo.
Y si la panadería está rota mejor para Mingo que, montado en su bicicleta, da la vuelta al pueblo una y otra vez pregonando el pan que trae desde Lawton y vende a sobre precio.
En un pueblo de pescadores como Jaimanitas lo único que se encuentra con cierta facilidad es el filete de claria, croquetas, plátanos y boniatos. Casi nunca hay calabaza, yuca, rábano, zanahoria, habichuelas, col ni pepino.
Los habitantes de Jaimanitas andan todo el día de la casa a la bodega, a la carnicería, al puesto de viandas, preguntando quién mató cerdo en el barrio, y cuánto queda, aunque sea la cabeza, o las patas. Cada cual carga su pequeña ración en una jaba, con la certidumbre de otra jornada que se ganó. Entonces el concepto de escasez puede ser relativo.
Anduve dos días recorriendo casi todas las tiendas de divisas del municipio Playa, en busca de una frazada de piso, un bombillo y una sombrilla. No había nada de lo que fui a buscar. Coincidí varias veces con personas que buscaban palanganas, colonia para bebés, estropajos de fregar, extensiones eléctricas, antenas de televisor. Y nada de nada había.
del viaje encontré sombrillas en la tienda del reparto Flores, pero la empleada me advirtió:
-No te las recomiendo, están defectuosas.
Antes de irme comenté que a falta de frazada iba a utilizar un pulóver para limpiar. Una mujer me dijo que en La Coronela, en el municipio La Lisa, había frazadas, pero que no se lo dijera a nadie.