LA HABANA, Cuba, marzo, 173.203.82.38 -La recien concluída toma pacífica, por un grupo de disidentes, de la Basílica Menor de la Caridad del Cobre, en La Habana, me remontó en la memoria varios años atrás, a la década de los 90, del pasado siglo, ocasión en que un hermano opositor, cuyo nombre omito por ética, cometió un grave error, debido al altísimo grado de aislamiento y desinformación a que somos sometidos los cubanos de a pie dentro del archipiélago.
El hermano, desesperado tras años de combatir los atropellos y prohibiciones gubernamentales, cayó en total desesperación y, como miles de nacionales, decidió marchar al exilio a toda costa, junto a su familia.
El bombardeo mediático, por parte de los unigénitos medios de prensa oficialistas, le habían creado una falsa imagen sobre las reformas en China. Radio Bemba repetía, en cada esquina, que China se había transformado en breve tiempo en un país capitalista y sus ciudadanos disfrutaban de inigualables libertades.
El hermano, de ancestros asiáticos, no encontró otra solución que aparecerse un día en la Embajada de China en Cuba, para pedir asilo político. Los funcionarios lo colocaron en el salón rojo de protocolo, e inmediatamente desfiló frente a él casi todo el personal de ojos rasgados. Hasta el embajador bajó a ver quién era aquel pobre infeliz. Respetuosamente le obsequiaron algunos suvenires y le enviaron a casa, luego de aclararle la situación.
Yo me arrastré de la risa cuando me contó su aventura, aunque en realidad no era un asunto para bromas. Su inocente acción pudo haber sido usada por el gobierno para ridiculizar al movimiento opositor dentro de la Isla. Fue una lección para todos nosotros.
Ante un régimen totalitario como el de Raúl Castro, donde toda organización es gubernamental, aun las más o menos encubiertas, sólo se yergue una estructura alternativa, la Iglesia Católica, refugio durante más de medio siglo para quienes han sido marginados y reprimidos por la dictadura. ¿Cuántos comisarios estatales no se deben estar burlando en estos momentos de cómo nos colocamos nosotros mismos entre la espada y la pared?
¿Qué se gana con llamar la atención de la Santa Sede en una visita oficial al régimen? Su palmada en el hombro de la disidencia equivale a que Adolf Hitler hubiese aplaudido a Jesse Owens en las Olimpiadas de 1936. No por el pasado fascista de Benedicto XVI, sino por ser la Cabeza de un Estado tan lleno de cánones totalitarios, tanto como lo fue el Kremlin, y hoy es La Habana.
Aunque gran parte de sus laicos prominentes formen parte del aparato de control gubernamental, la Iglesia Católica es realmente plural en su composición. Pero ante las amenazas de sabotear la visita del Sumo Pontífice, es natural la radicalización del clero y de sus devotos en torno al gobierno de los Castro. Similar fenómeno ocurre con casi todo el resto del pueblo.
Este episodio inmoviliza y resta simpatizantes a la oposición, debido a la reiteración de métodos de probada ineficacia. Y es además un pretexto que viene como anillo al dedo para los mandarines del régimen, quienes son los únicos que salen ganando.