CIENFUEGOS, Cuba, febrero, 173.203.82.38 -“Los niños son los ojos de la revolución”, se le escuchó decir, hace algún tiempo, al ex gobernante cubano Fidel Castro. De ser verdad, y teniendo en cuenta la experiencia sufrida por la ciudadana Midalys Villalpando Pérez, se podría asegurar que la revolución no se cuida lo suficiente ante el peligro de quedar ciega.
Midalys es madre de una niña que, para su desdicha nació con graves problemas de salud: discapacidad severa, retraso mental moderado y afección cardiaca. Luego, para el colmo de sus preocupaciones, enfrenta muy serias dificultades con su vivienda.
Durante más de diez años, ha estado solicitando a funcionarios gubernamentales, de todos los niveles, que le faciliten una permuta, para ver si mejoran las condiciones de vida de la pequeña enferma.
El más cercano de los hospitales que la niña debe frecuentar se encuentra a unos 2 kilómetros de la casa donde reside, la cual, además, está ubicada junto a una zanja de pestilentes y oscuras aguas albañales, reservorio de gérmenes y bacterias. Cuando llueve, esas aguas penetran a la casa y la inundan.
En el año 2002, cuando hicieron el censo de la vivienda, Midalys explicó su delicada situación en una planilla. Desde entonces viene librando una batalla incesante en dos frentes, el de la salud y el de la vivienda.
En 2003 parecía que la solución de la vivienda se acercaba. Hubo un nuevo censo, esta vez dirigido a los discapacitados, que sacó su caso del anonimato y le puso identidad en un expediente, con el número 321/2003.
Una recaída en la salud de la niña llevó a Midalys a desatender esas gestiones.
Pero siete años después, ya era toda una especialista en detectar a funcionarios corruptos, con invalidez moral e insensibilidad crónica. Nada le habían resuelto. Así que decidió subir la parada.
Un día de julio de 2010, cuando los vecinos del barrio La Barrera se levantaron para ir al trabajo, quedaron asombrados al ver, en la fachada de la casa de Midalys, un cartel que decía: “Atención, Revolución, niña discapacitada”.
Las reacciones no se hicieron esperar. De inmediato, obtuvo la solidaridad de los vecinos, que le alentaban con palabras como “Sigue luchando”. Sin embargo, a quienes iba dirigido el mensaje pareció no importarles. Como éste no contenía alusiones claramente políticas, que es lo único que les preocupa, pasaron el cartel por alto.
Una carta enviada por Midalys al periódico local (precisamente con el título “La revolución ciega”), motivó la presencia en su casa de una destacada periodista de ese medio, quien, con sentidas palabras, describió el cuadro de la familia, aunque olvidando identificar a los culpables. No obstante, su crónica sirvió para poner el caso en el radar de quienes tienen en sus manos la solución del problema.
Midalys fue citada a una reunión con todos los “factores”, entiéndase funcionarios de entidades como La vivienda, UJC, PCC, FMC, etc… En vez de ofrecerle la esperada solución, o al menos esperanzas, los funcionarios intentaron acorralarla. Le recordaron su condición racial, y le aseguraron que, siendo negra, fuera de Cuba no sería más que un objeto sexual y una esclava.
En los años siguientes, a Midalys le formularían dos propuestas, supuestamente dirigidas a resolver su problema. La primera propuesta resultó ser un engaño, y la segunda fue inadecuada.
El tiempo ha pasado, pero la niña de Midalys, ya casi una adolescente, continúa esperando que alguien haga algo para que la revolución no continúe quedándose ciega.