LA HABANA, Cuba, noviembre (173.203.82.38) – La novela que versaría sobre la revolución triunfante se quedó en el tintero de los amanuenses del poder. El denominado realismo socialista que impuso en la creación el tema del proletariado, terminó abandonando la Isla por el puente marítimo de Mariel.
Ni Alejo Carpentier en la camisa de fuerza que significó escribir La consagración de la primavera, pudo resumir los supuestos actos de heroísmo realizados en las montañas de la Sierra Maestra o en las arenas de Playa Girón.
Los practicantes de aquella tendencia literaria diseñada para elogiar al hombre nuevo y la colectivización, hoy subsisten en las márgenes de la escritura sin saber cómo actuar para mantenerse a la sombra de las autoridades culturales.
A falta de mandatos que obedecer o hechos que se puedan encumbrar, hacen fintas para eludir temas que aborden las quimeras rotas en más de medio siglo de revolución.
Sin embargo, existen otros escritores que por respeto a sí mismos, o sin nada que agradecer, derrumban tabúes, desacralizan mitos y describen lo acontecido y lo que acontece en Cuba tal y como es.
La novela Sangra por la herida (Ediciones Unión. La Habana, 2010. 119 pp.), de Mirta Yáñez, corona una tendencia en la narrativa cubana actual que aborda la verdad sin temor a la censura, más allá de los supuestos personajes de ficción.
Emparentada en su aspecto formal con la novela Mientras agonizo, de William Faulkner, Sangra por la herida asume una estructura coral que le permite multiplicar voces que se entrecruzan y tejen, desde sus diferencias, el entramado social donde expira la isla.
Los fantasmas de quienes apostaron por materializar sus ilusiones en medio de los cantos de sirena de la revolución, muestran las heridas de un pasado y presente que sangra en cada página de la historia contemporánea del país.
La traición, el oportunismo, las prohibiciones y la marginalidad, surgen como voces autónomas en la narración, pero se empastan y culminan en el estribillo del personaje alegórico de una mujer que repite a lo largo de la novela: Y La Habana se muere…
Gertrudis, Martín, Hermi, Daontaon y La Difunta, entre otras voces que sangran por la herida que las ata a un oscuro suceso del pasado, desentierran historias cotidianas sufridas por el pueblo cubano dentro de la revolución.
Sangra por la herida, escrita desde la profundidad de un tema y un tono que se expresa a través de un lenguaje que resume ironía, nostalgia, humor agridulce y resquemor, se levanta como un epitafio sobre las ruinas del país.
En una Habana que culmina medio siglo sin ver cumplido lo que se le prometió, transcurre la novela más realista e irreverente que se haya escrito en el período revolucionario.
Sin eufemismos ni malabares estilísticos para encubrir la realidad, la novela se convierte en una contundente y lúcida meditación sobre nuestro tiempo, perdido en la vorágine de una nación marcada por un destino fatal.
Pero yo diría más: Sangra por la herida es la novela que se merece la revolución.