LA HABANA, Cuba, mayo (173.203.82.38) – Uno de los más preclaros pensadores de la República, Jorge Mañach, escribió que no tendríamos nación “mientras no estuviésemos en posesión de una conciencia colectiva, a la que solo accederemos cuando nos sintamos solidarizados en nuestros recuerdos y aspiraciones”.
De acuerdo con ese respetado criterio, podemos afirmar que no existe en este momento la nación cubana, debido al abismo que separa a buena parte de los nacidos en esta isla, tanto los que habitan dentro, como fuera de nuestras fronteras. Por supuesto, me refiero a ese espacio intangible que define la forma de los pueblos, más allá de los límites geográficos.
Sin embargo, los gobernantes cubanos y sus seguidores no sólo ignoran el concepto de Mañach, sino que se consideran los únicos representantes de la nación cubana. En ese sentido, se parapetan tras la supuesta nación para ocultar sus manquedades. Veamos tan solo dos ejemplos entre muchos que pudieran citarse.
En 1993 los obispos católicos, ante el estado ruinoso en que se hallaba la isla, emitieron el mensaje pastoral “El Amor todo lo espera”. Ese documento, además de exponer las penurias que padecía el pueblo en el período especial, sugería algunas medidas para superar tal estado de cosas, incluyendo un diálogo con todos, incluso con los que pensaran de un modo diferente. La prensa oficialista la emprendió en duros términos contra el pronunciamiento de la jerarquía católica.
Para Cintio Vitier, en cambio, parecía sobrevenir una encrucijada. Al final, el deseo de no incomodar al castrismo fue más fuerte que su raigambre católica. Así escribió el poeta de Orígenes por aquellos días en el periódico Granma: “Antes que aceptar el derecho a la diversidad, hay que defender el derecho del país a la supervivencia como nación independiente”.
Años más tarde, y frente a la evidencia de la gran literatura escrita por autores cubanos radicados fuera de la isla -específicamente mencionó los casos de Reynaldo Arenas y Guillermo Cabrera Infante-, el crítico Ambrosio Fornet reconoció que era necesario recuperar lo mejor de sus obras, y los aportes que hicieron a la literatura nacional.
Sin embargo, al tratar de explicar por qué los escritores del exilio podían crear con libertad, mientras que ellos, los atados al oficialismo, eran incapaces de escapar de la censura, dijo: “Los de afuera son individuos aislados que no tienen que rendirle cuentas a nadie, mientras que nosotros, como nación, somos responsables del conjunto de nuestra cultura”.